jueves, 1 de septiembre de 2011

EL SEÑOR GABILONDO Y LOS PROFESORES INTERINOS.

De 2000 a 3000 profesores interinos irán al paro. Dice la Consejera de Educación de la Comunidad de Madrid que no se suprimen puestos de trabajo, sólo no se contratará a los interinos (trabajadores no fijos), que es lo mismo ¿no? Dos menos dos, cero, lo llame como lo llame. Y escucho al Ministro de Educación, que insiste en que los recortes no deben dañar a la educación, y tengo la sensación de que él también va al paro, vamos, que con tantos gobiernos autonómicos y tantos Consejeros de Educación lo dejan sin trabajo. Y me pregunto ¿cuántos profesores interinos podrían contratarse con los sueldos de la Consejera de Educación, su camarilla, y todo su gobierno? No puedo dar cifras, no conozco los datos (¿alguien podría hacerlo, por favor?) pero se me ocurre que, puestos a recortar, podríamos suprimir los gobiernos autonómicos y conservar a los profesores interinos, que en mi opinión son los que dan el callo a pie de clase, y de paso damos trabajo al Ministro de Educación, que debe de cobrar un buen sueldo.  ¡Ah, claro! Para eso hay que reformar la Constitución ¡pues se reforma! Que la Constitución es para el pueblo, no el pueblo para la Constitución.
Y vosotros, compañeros profesores, a trabajar unas horas más, dicen los promotores de la excelencia. Pero que no se confunda el público: las 18 horas de trabajo eran horas de clase, y otras tantas las que había que dedicar a prepararlas, corregir, apoyar a los que van peor o acompañar a los chicos a un teatro, a un viaje para que practiquen el idioma (24 horas de 24) y otras muchas tareas que el buen profesional no descuidaba. ¿Qué no todos lo cumplían? Pues que se controle este trabajo entre bastidores que es la clave de la buena enseñanza. Pero a pesar de todo, a pesar de Consejeras de Educación y toda su camarilla, la clave está dentro de cada uno: “soy responsable de mi rosa”, como decía el Principito. También de la que tiene espinas. No hay excusa para no plantarse delante de los adolescentes (¡vaya edad difícil!) llenos de ilusión, sintiéndose orgulloso de la responsabilidad que se nos confía. A pesar de todo.

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