martes, 6 de septiembre de 2011

LOS OJOS DE GEBRE, LOS OJOS DE MIS CHICOS Y CHICAS.

Los ojos sonrientes de Gebre me sonríen desde la foto de un periódico. Y miles de ojos más, los ojos de mis chicos y chicas, los que se sentaban en sus pupitres frente a mí. Recuerdo los ojos de la pequeña afgana de la película “Buda explotó de vergüenza”, los mismos ojos ilusionados por escuchar cuentos y aprender las letras. Y echar a volar, o a correr como Gebre, a vivir.
Siento el desánimo de los que continúan a pie de pizarra en estos momentos de crisis, intento animarlos, y me imagino sus caras cansadas. Criticados públicamente por la administración (“…Sólo 20 horas, mucho menos que la mayoría de los madrileños…”)  críticas que estimulan la envidia nacional y el desprecio de la sociedad, de los padres, de los alumnos,  y hacen aún más difícil cada hora delante de 30 muchachos y muchachas desilusionados. En los ojos de esos jóvenes pueden percibir rechazo, rebeldía, desprecio, abulia, indiferencia (son adolescentes, difícil edad) ¿Cómo mirarlos con ilusión? ¿Cómo entusiasmarse explicando la Revolución Francesa, unas ecuaciones, sintaxis, o la circulación sanguínea…? ¿A quién le importa eso? Sólo los ojos de Gebre, el niño etíope, o de la pequeña afgana, o de ese muchacho, o esa niña, la de la tercera fila…seguro que hay algún chiquillo, o alguna muchacha con los mismos ojos: agárrate sólo a ellos, saca de ellos tu fuerza- les diría a mis compañeros. No te rindas, aunque sólo sean unos pocos. Contágiate de su sed de aprender, enciende tu ilusión, y habrá un poco más de luz en las aulas. A pesar de todo.

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