domingo, 22 de diciembre de 2013

Y SIN EMBARGO, FELIZ NAVIDAD

He estado aplazando el publicar esta entrada, hasta que un artículo de Leonardo Boff sobre el Papa Francisco me ha animado. Caminaba por la calle de mi ciudad, castigada por el desempleo, con mendigos arrodillados en las aceras y personas caminando con la tristeza marcada en sus caras. Me crucé con un grupo de niños dirigidos por sus catequistas que se dedicaban a cantar villancicos y pegar estrellas en las solapas de los viandantes. Me produjo enfado, casi repulsión, me pareció obceno ¿Alguien puede pensar que unos chiquillos cantando villancicos y pegándote una estrellita en la solapa te van a consolar cuando se te ha acabado el subsidio del paro, te han echado a la calle y vas a un banco de alimento para que tus hijos coman? No. No es esa la alegría que la gente necesita, no es la alegría bobalicona del que no se entera o no quiere enterearse de nada; es la alegría dolorosa del que sabe que hay mucho sufrimiento, demasiado sufrimiento, y decide estar de ese lado, del lado de los que un sistema inhumano va dejando en las cunetas de los caminos. Nadie que se haya quedado fascinado por la figura de Jesús de Nazaret podrá sentir otra alegría, la alegría de la fraternidad humana, del compartir y cooperar. Aún en medio del mayor sufrimiento, la mano que estrecha nuestra mano y los pies que caminan a nuestro lado. Eso es Navidad, y no un día, sino cada segundo de nuestra existencia. Y esa Navidad, esa si es fuente de felicidad.

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