Nos estresamos pensando que no vamos a tener tiempo, tiempo para esto o para aquello. A lo largo del día, de la semana, de los años, a lo largo de la vida. Al final, nos puede quedar la sensación de que nos quedan muchas cosas que hacer, muchas palabras que decir, que escribir, muchos logros que conseguir. Y nos equivocamos. Porque no se trata de tener tiempo para algo, sino algo para cada instante de nuestra vida. Saber poner algo de nosotros en cada instante, algo que brote de dentro y nos haga crecer y como un árbol dé sombra al que está de camino. Cada instante, cada día, disponernos a sacar lo mejor de nosotras mismas y hacerlo florecer en el tiempo que se nos brinda, unos pocos instantes que pasarán fugaces. Cada día, sin prisas y sin angustia, haciendo gozosamente nuestra tarea. Otros vendrán que la continúen, que no recordarán nuestros nombres, pero que saborearán los frutos del árbol que plantaron nuestras manos.
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