martes, 7 de julio de 2015

La otra mejilla


La metáfora de "poner la otra mejilla" se echa en cara con frecuencia a los cristianos como signo de debilidad. "Esos meapilas", se les llama y se les tilda de "buenismo" "buenrollismo", de ingenuos y ¿por qué no? de imbéciles. Como si la bondad y la lucidez fuesen incompatibles (pienso que son las dos caras de una misma realidad, que solo unidas son plenas).


Hace poco una amiga me comentaba con admiración que los cristianos saben gestionar el perdón. Me pareció un comentario acertado: gestionar el perdón. Es cierto, gestionar el perdón es gestionar las propias emociones, ser dueño de ellas y no permitir que agentes externos nos dominen: conservar la libertad, la independencia; evitar que el daño recibido se reproduzca en nosotras y genere la misma actitud y comportamiento dañinos.
Significa superar la espiral maldita del “ojo por ojo”. No significa poner la otra mejilla para que te vuelvan a dañar, es no devolver la bofetada para no dañar la propia mano. Hay que entender el lenguaje lleno de metáforas e hipérboles de aquella época, y profundizar para encontrar el significado universal. El perdón significa evitar el desgaste dañino de energía y no permitir que dobleguen nuestra voluntad y nuestras convicciones y nos sometan a un proceso destructivo y agotador.
El perdón es principalmente  un don para el que perdona y se libera, y de rebote un regalo para la persona perdonada. Es fuerza, libertad, dignidad, serenidad. Es paz, es la única victoria.


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