sábado, 13 de febrero de 2016

Anatomía de títeres y jueces.

Empiezo mi reflexión por la actuación judicial ante el espectáculo de títeres en un barrio de Madrid en los carnavales de 2016: detención de los dos titiriteros y prisión por apología del terrorismo durante 5 días, posterior puesta en libertad previa confiscación de los títeres pero con cargos, retirada del pasaporte y otras medidas preventivas. Las reacciones no se han hecho esperar: críticas y manifestaciones por la libertad de expresión, más allá incluso de nuestras fronteras. Amnistía Internacional interviene reclamando la libertad sin cargo de los dos detenidos.
Muchas personas hemos expresado nuestro pasmo y rechazo ante una actuación a todas luces desproporcionada, abusiva, infundada (la supuesta pancarta era un folio que como falsa prueba se le hacía portar a un títere), actuación que contrasta de modo alarmante con el tratamiento judicial dado a otros muchos malhechores. Temor, rechazo y vergüenza son los sentimientos que provocan este comportamiento torpe y abusivo y la defensa del mismo por parte de partidos y prensa de la derecha española.
Pero hay otro elemento de esta tragicomedia que me gustaría analizar con más detenimiento: la obra “La bruja y Don Cristobal, a cada cerdo le llega su San Martín”
No es la apología del terrorismo con la pancarta con la que se pretende incriminar a la bruja lo que me inquieta,  sino el pensamiento que subyace a toda la obra y que se expresa en el mismo título: “a cada cerdo le llega su San Martín”
Los mismos artistas lo han explicado: “Destruir el patriarcado, la autoridad, la propiedad privada, es destruir los pilares del sistema y el sistema no permite que quede impune” Todo está dicho, las palabras guardan y expresan sentimientos y pensamientos:
Cerdo: referido a los que representan a una casta (los propietarios, los católicos, los jueces, la policía)
Les llega: implica una advertencia, una amenaza.
Su San Martín: la matanza.
El significado de las palabras queda escenificado en la acción de la obra: acuchillamiento y muerte del propietario, violación de la bruja que mata a la monja, ahorcamiento del juez. La acción de la bruja queda justificada como defensa propia.
Los mismos artistas lo explican.
¿Qué pensamientos, que sentimientos subyacen en esta obra? En primer lugar hay un sentimiento de revancha: los títeres desde abajo se rebelan contra los de arriba, contra la casta dominante. Es en defensa propia, es la rebelión de los oprimidos.
Y lo hacen con violencia: matan, acuchillan, ahorcan, como con violencia actúan los terroristas ya sean de ETA o ALQUAEDA por unos motivos que ellos consideran justos.
Ante esto, no puedo menos que expresar lo que pienso y lo que siento: rechazo.
No me cansaré de repetir las palabras del sabio, “No hay camino para la Paz, la Paz es el camino” “Ojo por ojo, y el mundo quedará ciego” (Gandhi). La violencia no está justificada, solo genera espiral interminable de violencia, e innumerables daños colaterales: los inocentes. Los inocentes de todos los bandos, tanta gente buena: también entre propietarios, creyentes, policías y jueces. No hay nada más injusto que generalizar.
Por otro lado, me entristece ver cómo se pone en peligro logros extraordinarios, como el gobierno del Ayuntamiento de Madrid con Manuela Carmena como Alcaldesa y magníficos Concejales y Concejalas que están trabajando con seriedad y compromiso por la ciudad, con especial interés por las personas más desfavorecidas. La complejidad del sistema político, social y económico es enorme; desmontar un sistema injusto en muchos aspectos no es tarea fácil, exige lucidez, mesura y valor. Es desmontar una bomba que nos puede estallar en las manos y llevar al traste toda la lucha de tantas y tantas personas de buena voluntad.




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