miércoles, 1 de noviembre de 2017

Linchamiento.

De los horrores de la historia, me impresiona de modo especial los linchamientos. El pueblo congregado ante el patíbulo o la hoguera para ver cómo una persona juzgada y condenada es ahorcada, decapitada o abrasada en la hoguera. Me horroriza la existencia de jueces sin piedad, y la sed de venganza del pueblo que grita y se regocija ante la caída de una persona.
Me vienen al pensamiento estas imágenes hoy, ante la oleada de chanzas y abucheos a los políticos independentistas de Cataluña, el regocijo de mucha gente, incluso personas que tienen responsabilidad política y judicial. Ante esto, siento la necesidad de recuperar la dignidad humana, capaz de luchar y esforzarse por un mundo más justo, libre y fraternal, capaz de reconocer sus errores y rectificar sin soberbia en situaciones de derrota, capaz de magnanimidad y grandeza de alma, de cortesía y amabilidad con el derrotado, en caso de victoria, por parte de jueces, gobernantes y pueblos.
No voy a repetir aquí mi opinión sobre el problema catalán. Simplemente quiero expresar mi preocupación por la pérdida de humanidad de nuestra sociedad. Sin humanidad, ningún problema humano encontrará solución. Se ganarán o perderán batallas, pero no se ganará la guerra.

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