domingo, 19 de enero de 2020

El "Pin parental" y el debate del absurdo.

En mi opinión, el debate sobre el llamado "pin parental" se está desarrollando en un plano trágico-cómico que solo produce confusión y crispación, cuando debería debatirse desde la lógica y basándose en los conceptos de derechos y deberes de las personas, de responsabilidad y competencias. Pienso que este enfoque no es inocente, pues se utiliza con fines partidistas, para enfrentar a la ciudadanía.

1. El concepto de "posesión", con manifestaciones grandilocuentes: "los hijos son míos" *no son de la Sra, Celá ni de Pedro Sánchez" "quiten sus manos de mis hijos" me dejan perpleja. A estas alturas del debate, pienso que queda claro que el concepto de posesión no es aplicable a las personas, Se poseen cosas, y si se contempla a una persona (hijo, compañera, trabajador...) como cosa, se atenta contra los DDHH.

2. La clave del debate está precisamente en la cuestión de derechos y deberes, de responsabilidad . y competencias.
2.1.El derecho a la educación, es un derecho universal alcanzado después de siglos de evolución social, derecho por el que hay que luchar porque aún hay menores y poblaciones que están despojadas de este derecho fundamental.
2.2. El deber de proporcionar educación a todos los menores es de toda la sociedad: de las familias y las instituciones. Todas, familias e instituciones, son responsables de la educación de los menores. La educación de todos los menores es obligatoria.
En el ámbito familiar, cada familia educará a sus hijos e hijas según su ideología y creencias.
En el ámbito público, es el Estado quien legisla y establece la Ley de Educación correspondiente y financia la educación obligatoria y gratuita. Así se ha hecho, con los distintos gobiernos democráticamente elegidos.
En caso de incumplimiento, hay mecanismos establecidos para proteger los derechos de los menores:
Si en el ámbito familiar se atenta contra los derechos del menor, las instituciones pueden y deben intervenir.
Si en el ámbito escolar se atenta contra los derechos del menor, los padres pueden denunciarlo a la autoridad competente: dirección del Centro, Inspección educativa. Pero los planes de estudio, los contenidos curriculares, y en definitiva la Ley Educativa es competencia de la sociedad a través del Parlamento democráticamente elegido.
Si los padres consideran que hay contenidos que no coinciden con sus propias creencias e ideología, pueden en el ámbito familiar contrastarlos con sus hijos, por supuesto. Para los menores es muy enriquecedor considerar diversos puntos de vista (siempre que no atenten contra los DDHH) para formar su propio criterio. Pero no pueden impedir que el menor asista a sus clases, ni modificar los contenidos curriculares: no es su competencia.



El espectáculo político siempre tiene una finalidad electoral. Pensando en la finalidad electoral de la campaña de Vox del "pin parental" opino que puede ser una estrategia muy bien pensada. El vínculo hacia los hijos es uno de los más fuertes y viscerales, el insinuar que Vox es un partido que defiende y protege ese vínculo puede hacerle ganar muchos votos.

Por eso hay que aclarar que ese vínculo no es de propiedad, como plantea Vox y los partidos que lo apoyan, sino de amor y cuidados. Lo que defienden con su campaña es en realidad la supremacía de la ideología de un sector de la población sobre la ideología de toda la sociedad, y esto es lo realmente peligroso en una sociedad plural y diversa, global, donde solo dando la posibilidad de expresar y escuchar diversos puntos de vista se garantiza la convivencia y el progreso hacia una sociedad donde a nadie se le penalice por ser o pensar de una determinada forma, sino por imponer a la fuerza su modo de ser y de pensar a los demás.

sábado, 4 de enero de 2020

LA RABIA.



           La indiferencia del que duerme nunca puede ser el punto de partida de nada. Pero hay un detonante potente que no se puede olvidar: la rabia.
           Desde la serenidad se puede caer en el error de pintar un camino idílico, no creíble para la mayoría de los mortales. Porque la mayoría de los mortales viven en estado de rabia o de desesperación, o de resignación y aceptación del sometimiento, hijas de la rabia derrotada.
           No quiero darle la espalda a la rabia, la rabia desesperada o la rabia airada. Si lo hago no entenderé nada, no podré contar nada.


Los últimos datos del paro en España dan una cifra de más de tres millones de parados, y a esto hay que añadir la situación de pobreza y explotación de tantas personas, personas manipuladas para consumir y que ahora se ven incapaces de conseguir todos esos productos a los que el sistema los ha hecho adictos por su bajo poder adquisitivo. ¿Cómo no van a sentir rabia? ¿y qué les voy a contar yo?
La rabia se vuelve contra los otros, contra los amos o contra otros explotados con los que hay que compartir la miseria, oleadas de marginados que llegan de zonas desbastadas por guerras o degradación ambiental, de desiertos sin agua donde ya no se puede sobrevivir. Pienso mientras escribo en Australia incendiada, hoy, 4 de enero de 2020.
La rabia escupe ira, en los versos irreverentes de raperos, o en las piedras incendiarias escondidas en las mochilas de muchachos y muchachas con las caras tapadas. O se transforma en desesperación, abatimiento, desprecio por uno mismo y se busca salida en la evasión de la droga o el suicidio. Otras veces la rabia acaba  resignada, domesticada por Himnos o banderas que enaltecen al individuo con el título de patriota, o santo defensor del único dios verdadero. Me espantan las banderas, tantas banderas para engañar a la rabia existencial.
En el fondo, es la misma triste cara de la rabia.
La rabia nos hace gritar. Quisiera saber escuchar el grito de la rabia, no dejar de escucharlo nunca, por más que la vida me haya conducido a la desembocadura del río sereno. Y ser capaz de gritar más fuerte que hay esperanza.



Ser parte de la Utopía

Deseo agradecer a todas las personas que compartieron conmigo un momento muy especial, la presentación de mi breve ensayo "Punto de e...