sábado, 16 de mayo de 2020

Triple vacuna en tiempo de Pandemia


Hay  algo más letal que un virus desconocido: el odio ciego sin memoria.

Odio contra los otros, a los que anteponemos el “primero yo”. Yo, los míos, bien señalizados con símbolos de todo tipo, nacionales, religiosos o de clase.

Ciego: no hay razonamiento que valga, es visceral, heredado, asimilado. Sin visión de las consecuencias a las que puede llevar ese odio, es simplemente embestir contra el otro, y lanzar a la embestida a toda la manada agitando un trapo rojo que mueva los instintos, ciegos.

Sin memoria: sin memoria que nos inmunice contra la repetición de “la infección”. Cuando no se tiene esa memoria, se repite la infección en el futuro. Se jalea, desde la calle y desde parte de los que nos gobiernan desmemoriada e irresponsable. Hubo una guerra, ya hace casi un siglo, parece que hay nostálgicos que la invocan. Sed de sangre.

Hay remedio, una triple vacuna:
La memoria de los errores cometidos. En nuestro país, en el siglo pasado, cuando pocos de nosotros habían nacido. Una guerra civil, muchos inocentes, de uno y otro bando, muertos. Destrucción, miseria, hambre, heridas marcadas a fuego que se heredan, en los que ganaron la guerra y en los que la perdieron. La memoria de una guerra y todo lo que un enfrentamiento violento arrastra. Esa guerra agazapada, que levanta la mano en tiempos de crisis y grita desde el subconsciente: ”Soy yo, el único remedio”. Se lo grita a todos, a los ganadores y a los perdedores de las guerras pasadas, porque todos creen que serán los ganadores de la próxima. Nuestra guerra civil, y dos guerras mundiales. ¿Las hemos olvidado?

La lucidez responsable, la sensatez, la objetividad; el pararse a pensar, a sopesar los pros y los contras de cada decisión, de cada acción. El no dejarse llevar por sentimientos ciegos, por la rabia, la soberbia, el rencor, ni la desesperación o el miedo. No agitar el avispero, los problemas. Pensar y buscar soluciones reales, cada una de nosotras, la que esté en nuestra mano. Y las personas que se supone han sido elegidas para gobernarnos: en ellas la lucidez responsable debería ser requisito indispensable. Los ciegos que agitan trapos rojos para azuzar a una manada ciega son el mayor peligro social. Peor que cualquier virus.

La conciencia social: somos seres sociales, interconectados. No existen los “otros”. Las diferencias las hemos creado las personas, y nos perjudican a todas. Nos hemos apropiado de los símbolos, hemos creado mitos,  nos hemos dividido en “categorías”, nos hemos incluido en una y consideramos que todos los de nuestra categoría son los buenos, las víctimas inocentes, frente a “los otros”. Cierto que somos muy diversas, y eso es una riqueza, pero la bondad y la inocencia, la maldad y la culpa, eso es patrimonio universal de los humanos, las dos caras de nuestra naturaleza. Rojos, fachas, ricos, pobres, trabajadores, empresarios, ateos, creyentes, musulmanes, cristianos, y todas las categorías que se quieran añadir. Solo superando los mitos, podremos salir de esta. Yo soy los otros. Una pandemia nos lo pone muy claro.


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