Hay un precio demasiado alto que no quisiera nunca pagar por ningún placer o satisfación que la vida pueda darme: el dolor del otro, sus lágrimas o su humillación. Gozar a costa del dolor del otro, poseer a costa de la pobreza del otro, brillar a costa de la humillación del otro: ese es el precio que corrompe nuestras vidas.
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