Los mitos son la respuesta a la zozobra que las plagas provocan en los seres humanos. Hay plagas que
amenazan la salud física, otras la salud mental, hay plagas que atacan nuestros
cuerpos, otras nuestra esencia, pero en cualquier caso destruyen la armonía de
nuestras vidas.
Las plagas son recurrentes y amenazan nuestra seguridad. Cuanto más
seguro un sistema social y económico aparenta ser, más angustia las plagas provocan
en las personas. Este final del invierno de 2020 asistimos al espectáculo de la
crisis de una plaga mundial provocada por un virus, el COVID19. Un nuevo virus,
desconocido hasta ahora, que ha provocado una pandemia. La enfermedad no es
mortal en la mayoría de los casos, solo lo es en pacientes debilitados por
otras enfermedades o de avanzada edad. Todos los mecanismos se han puesto en
marcha para defendernos de este coronavirus. Se calcula un escenario de algunos
meses, tres o cuatro, hasta superar la crisis de salud, y años hasta superar la
crisis económica que está provocando.
¿Y qué ocurre con las otras plagas que nos asolan? Plagas que se
extienden en el tiempo ¿Por qué se ignoran? Otras enfermedades como la
tuberculosis o la malaria, o como simplemente el hambre, o la guerra, que
provocan muchas más muertes que el COVID19. Hasta hace poco nos hablaban de las
olas de inmigrantes sirios que el gobierno turco lanzaba contra las fronteras
de Grecia como moneda de cambio en su lucha en Siria al lado de los rebeldes
contra Bashar al-Ásad y su aliado Rusia, la
guerra que ha provocado precisamente ese flujo de personas migrantes. ¿Puede
haber mayor plaga moral, podemos seguir creyendo que los seres humanos somos
los reyes de la creación?
El COVID19 no tiene raza, ni
nacionalidad. El pequeño virus no hace distinción, pero no todas las personas
pueden defenderse del mismo modo. Los excluidos, los que no cuentan, lo
aguardan sin esperanza en las calles, los que no tienen un hogar donde
refugiarse y blindarse, ni agua ni jabón para lavarse, los que recogían su
comida de los contenedores de los restaurantes y bares que han cerrado ante la
pandemia. Los que están separados de sus familias, sin posibilidad de
reencuentro. Los abandonados.
Las plagas nos interpelan, nos
desnudan, nos zarandean. Sobrevivamos o no, nos muestran nuestra verdadera naturaleza, la persona que
somos, de la que nos avergonzamos o la que contemplamos con la frente alta. Y
buscamos respuestas. Construimos mitos, porque nuestra conciencia, por dormida
que esté, no las puede soportar.
Toda mi vida he buscado una respuesta.
Y sigo buscando, y sigo encontrándolas a lo largo de mi vida, en las personas
con las que camino, en los relatos y los mitos. En los acontecimientos, también
en los más nimios y cotidianos.
"Punto de encuentro, más allá de los mitos"
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