El mayor mal que el fanatismo islámico hace es la reacción de los no musulmanes que lo identifican con el Islam y que se rearman, contagiados en el fondo con el mismo fanatismo del que se considera el único poseedor de la verdad, superior al resto de los humanos a los que desearía imponer su visión del mundo.
Soy cristina, y el sentimiento que me produce el mensaje de Jesús no es el orgullo sino la felicidad y la dicha de sentirme hermana de todos los seres humanos. Voy a misa los domingos (nadie me lo impide, jamás me he sentido perseguida por ello) y después voy con mis amigos del barrio que no son creyentes a tomar unas cañas y charlar de nuestras cosas; a mí no me persiguen por mis creencias, ni a ellos se les obliga a profesar la fe (en tiempos, me cuentan, la guardia civil obligaba en sus pueblos a ir a misa). Por eso siento temor ante el regocijo de la derecha madrileña que se frota las manos por los beneficios que obtendrá de las próximas Jornadas Mundiales de la Juventud, y ante la exhortación de la Jerarquía ,tentada de hacer de las Jornadas una manifestación de poder, a sentirse orgulloso de ser católico. La manifestación de poder de Jesús fue dar su vida por todos los hombres y mostrarnos que el Bien es más fuerte que el Mal, que la Vida más fuerte que la Muerte, el Amor más fuerte que el Orgullo y el Odio. El Bien es expansivo, no puede imponerse por la fuerza.