Como la levadura, que hace fermentar desde dentro la masa y la transforma en pan, así es el cambio auténtico. Vivimos en un mundo de cambios vertiginosos, pero superficiales. Una época de demagogia, de falsas promesas, promesas imposibles de cumplir porque no implican el compromiso generoso de todos sino que apelan al egoísmo insolidario, a la pereza ramplona y a la estrechez de miras.
Los economistas se llevan las manos a la cabeza, los políticos y los dirigentes dan bandazos. ¿Qué hacer? La economía es la llave, dicen. Pero la llave está dentro de la conciencia humana. Sólo una regeneración ética podrá mostrarnos la solución. Y el cambio será profundo y auténtico.
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