Hemos oído hasta la saciedad que harán lo que tienen que hacer (hacer uno o más agujeros en nuestros cinturones ¿no?) Así que permítanme la observación, por si no se han dado cuenta: hay una multitud (la que sale a la calle y la que se queda hundida en su rincón) para quien un agujero más en su cinturón supone traspasar la línea entre la indignación con una pizca de esperanza y la rabia desesperada del que ya no tiene nada que perder. Y esto no es bueno para ellos, por supuesto, pero tampoco para sus señorías, ni aquí, en nuestra España, ni en Grecia, Italia o en la Patagonia.
Pueblos ha habido, a lo largo y ancho de la historia, más oprimidos, más ignorantes y maltrechos que nosotros, pero que sacaron fuerza de su desesperación. Ojalá podamos evitar, entre ustedes y nosotros, toda la violencia y el dolor de sus revoluciones. Hoy soñamos, creemos en la fuerza de las palabras, nuestras armas. Escuchen nuestras voces.
Empiecen por ustedes, hagan lo que hay que hacer, con cambios contundentes y brutales como alguien dijo (aunque refiriéndose a nosotros, pero me imagino que se puede aplicar del mismo modo). Sorpréndanos, y les aseguro que les seguiremos y saldremos juntos de esta crisis.
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