¿Cómo no sentir horror ante la capacidad de sistemas depravados de inocular en la población el mayor de los venenos? El veneno de romper la conciencia social que nos hace ver a un semejante en los demás, para hacernos ver como enemigos a aquellos grupos que nos quieren señalar. En la Alemania Nazi, llegaron al punto de hacer sentir a parte de la población enajenada que los judíos eran tan despreciables y dañinos como las ratas.
Otro recurso para romper la cohesión social y ahogar la compasión es convencernos de que el que sufre se lo merece. Y eso de mil formas y desde antiguo: es un castigo de Dios, algo malo habrá hecho, es un perezoso, un inútil.
Dos axiomas falsos que ahogan uno de los mayores valores del ser humano: la conciencia social.
Soy un ser humano, soy un ser social, necesito a los otros, los otros me necesitan. Nos construimos juntos, o juntos nos destruimos. Los que nos manipulan y pretenden lo contrario son justamente aquellos que pretenden cavar un foso que los separe del común de los mortales.
Debemos recuperar la conciencia social, unirnos, construir juntas. Con coraje. No hace falta tirar piedras o quemar contenedores ( eso son puntos en contra nuestra). No hace falta gritar consignas amenazantes, ni sogas ni cerillas: conciencia social, coraje, trabajo y esfuerzo, y sobre todo creer en nosotras mismas: no somos ratas y no nos lo merecemos.