Nuestra relación con nuestra"nación" es otra cosa muy distinta. Es algo que no nace desde el individuo sino que se le superpone. Las naciones aparecen y desaparecen a lo largo de la historia. Es una organización supraindividual, la modernización de la "tribu", con un fuerte componente de resistencia frente a la "tribu" enemiga.
El amor a tu hija, a tu nieto, a tu amiga, no son fruto de ninguna manipulación externa. El amor a tu nación, sí.
Es necesario construir "organismos" sociales, para ello son necesarias estructuras de poder, grupos motores que los conciban y desarrollen. Entre estos organismos está la nación. En si misma, es un ente neutro, ni bueno ni malo. Depende del objetivo de quienes lo conciben y los medios que se emplean.
El "pueblo catalán" no existe. Existen gentes que han nacido en Cataluña o viven allí. Como existe gente que nació en Cataluña y vive en Tegucigalpa. Somos individuos, con diferencias individuales y otras circunstanciales que van cambiando con nuestros cambios espaciales ( somos viajeros) y temporales. Estos días está surgiendo una visión distorsionada de la realidad, soy testigo de ello: hay quien me expresa su admiración por ser catalana, hay quien me expresa su hostilidad. Y lo curioso es que soy la misma persona, y que el hecho de ser catalana no me diferencia de mi amiga extremeña, andaluza o avulense.
La gente que vive en Cataluña se ha organizado de modo admirable. Pero no podemos pensar que es por generación espontánea. Lo han hecho con una organización que revela un grupo motor muy capaz y, no hay que olvidar, con unos medios técnicos que lo hacen posible: internet, la revolución democrática que internet implica. El cambio está en marcha y es imparable. El saber emplear los medios que la técnica pone en nuestras manos es encomiable. Pero a la técnica hay que sumar factores humanos: los sentimientos que ponen en marcha al grupo. Y ahí está la clave de la cuestión: se puede potenciar sentimientos positivos: la fraternidad, la solidaridad, la conciencia medioambiental. O sentimientos negativos: el orgullo, el sentimiento de ser superior a los otros, la insolidaridad con los que se desprecia por ser inferiores, la rabia por creerse víctima expoliada y menospreciada. Todo esto aderezado con mentiras o medias mentiras, con una buena dosis de sentimentalismo, sin que falte la música ( la música, siempre compañera, porque mueve las fibras más profundas).
Esto se ha vivido en Cataluña, y se reproduce: el nacionalismo catalán provoca una oleada de nacionalismo españolista. Las banderas españolas colgadas de los balcones, los mensajes por los medios de comunicación del Estado y también los miles de mensajes vía internet. Los mismos sentimientos espoleados por grupos de poder supraindividual.
¿Qué intereses han provocado todo esto? ¿Hasta dónde estarán dispuestos a llevarnos?
Hay diferencias importantes entre nacionalismo y nazismo, pero también hay coincidencias: el orgullo de sentirse superior y mejor que el otro, el desprecio, y el victimismo. Y estos sentimientos, este viejo nazi, se oculta entre los sentimientos de todas nosotras, no lo olvidemos. Pueden venir vientos que intenten despertarlo, rejuvenecerlo, liberarlo de la mazmorra donde pretendemos tenerlo dominado. Guardemos bien esta llave y desconfiemos siempre.
Una película que recomiendo: La ola dirigida por Dennis Gansel con Jürgen Vogel, Frederick Lau, Jennifer Ulrich, Max Riemelt, Año: 2008. Título original: Die Welle.
Alemania hoy. Durante la semana de proyectos, al profesor de instituto Rainer Wenger se le ocurre desarrollar un experimento con el que sus alumnos comprendan el funcionamiento de los gobiernos totalitarios. Entre todos inventan un grupo y aceptan la disciplina del mando de Rainer.
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