Hay algo más letal que un virus desconocido: el
odio ciego sin memoria.
Odio contra los otros, a los que
anteponemos el “primero yo”. Yo, los míos, bien señalizados con símbolos de
todo tipo, nacionales, religiosos o de clase.
Ciego: no hay razonamiento que
valga, es visceral, heredado, asimilado. Sin visión de las consecuencias a las
que puede llevar ese odio, es simplemente embestir contra el otro, y lanzar a
la embestida a toda la manada agitando un trapo rojo que mueva los instintos,
ciegos.
Sin memoria: sin memoria que nos
inmunice contra la repetición de “la infección”. Cuando no se tiene esa
memoria, se repite la infección en el futuro. Se jalea, desde la calle y desde
parte de los que nos gobiernan desmemoriada e irresponsable. Hubo una guerra,
ya hace casi un siglo, parece que hay nostálgicos que la invocan. Sed de
sangre.
Hay remedio, una triple vacuna:
La memoria de los errores
cometidos. En nuestro país, en el siglo pasado, cuando pocos de nosotros habían
nacido. Una guerra civil, muchos inocentes, de uno y otro bando, muertos. Destrucción,
miseria, hambre, heridas marcadas a fuego que se heredan, en los que ganaron la
guerra y en los que la perdieron. La memoria de una guerra y todo lo que un
enfrentamiento violento arrastra. Esa guerra agazapada, que levanta la mano en
tiempos de crisis y grita desde el subconsciente: ”Soy yo, el único remedio”. Se
lo grita a todos, a los ganadores y a los perdedores de las guerras pasadas,
porque todos creen que serán los ganadores de la próxima. Nuestra guerra civil,
y dos guerras mundiales. ¿Las hemos olvidado?
La lucidez responsable, la
sensatez, la objetividad; el pararse a pensar, a sopesar los pros y los contras
de cada decisión, de cada acción. El no dejarse llevar por sentimientos ciegos,
por la rabia, la soberbia, el rencor, ni la desesperación o el miedo. No agitar
el avispero, los problemas. Pensar y buscar soluciones reales, cada una de
nosotras, la que esté en nuestra mano. Y las personas que se supone han sido
elegidas para gobernarnos: en ellas la lucidez responsable debería ser
requisito indispensable. Los ciegos que agitan trapos rojos para azuzar a una
manada ciega son el mayor peligro social. Peor que cualquier virus.
La conciencia social: somos seres
sociales, interconectados. No existen los “otros”. Las diferencias las hemos
creado las personas, y nos perjudican a todas. Nos hemos apropiado de los
símbolos, hemos creado mitos, nos hemos
dividido en “categorías”, nos hemos incluido en una y consideramos que todos
los de nuestra categoría son los buenos, las víctimas inocentes, frente a “los
otros”. Cierto que somos muy diversas, y eso es una riqueza, pero la bondad y
la inocencia, la maldad y la culpa, eso es patrimonio universal de los humanos,
las dos caras de nuestra naturaleza. Rojos, fachas, ricos, pobres,
trabajadores, empresarios, ateos, creyentes, musulmanes, cristianos, y todas
las categorías que se quieran añadir. Solo superando los mitos, podremos salir
de esta. Yo soy los otros. Una pandemia nos lo pone muy claro.