La Iglesia española se ha lamentado con frecuencia de sufrir persecución por parte del gobierno (no ya del actual gobierno, sino del anterior). Incluso ha llegado a transmitir este sentimiento al Papa, que así lo expresó en su último viaje a nuestro país.
Recuerdo aquí las palabras de Jesús: “Dad al Cesar lo que es del Cesar, y a Dios lo que es de Dios”. El tenía clara la separación entre las cosas de Dios y las cosas de los poderosos de la tierra y en ningún momento buscó su protección o amparo. Le bastaba con confiar en Dios. Más tarde sus seguidores empezaron a vacilar y no dudaron en acoger con alegría el amparo que les brindaba el Emperador Constantino al proclamar el cristianismo religión del Imperio. Y la cruz del Príncipe de la Paz empezó a ondear en las banderas de los guerreros. Pero lo que la joven Iglesia consideró un triunfo fue en realidad el comienzo de un largo y devastador secuestro.
Perder una posición privilegiada en la sociedad no puede suponer una persecución sino el fin del secuestro y la recuperación de la auténtica libertad. Me dirán muchos que esta pérdida impedirá trasmitir el mensaje de Jesús, la buena nueva, el Evangelio. Y sin embargo no creo que sea así: si muchos hoy rechazan este mensaje es porque lo perciben en su envoltorio de poder y dominio. Despojarlo, liberarlo de este envoltorio, de esta servidumbre, le devolverá su frescura, toda su belleza cautivadora. El mensaje de Jesús fue el amor, para transmitirlo sólo se necesitan personas que crean en él y que lo demuestren con sus vidas de cada día. No creerán por los hermosos templos, ni porque las autoridades les permitan ocupar espacios públicos para sus ritos, ni porque sus sacerdotes reciban pagas del Estado…”Ahora creo que Dios es amor, por la bondad que tú me muestras con tu vida” ese es el auténtico descubrimiento del significado del mensaje de Jesús, esa la mejor manera de transmitirlo.
cordobagarcia.blogspot.com
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