El personaje pertenece al mundillo de la prensa del corazón, pero sus opiniones merecen un puesto destacado, y no por lo atinado o profundo de su análisis, sino más bien por lo contrario. Me refiero a las declaraciones de Jane Pit contra Barack Obama por sus políticas sobre el aborto y la homosexualidad, y a favor de Mitt Romney “un hombre de familia con un alto concepto de moralidad”
Estoy segura de que muchos, en Estados Unidos y en nuestro país, estarán de acuerdo con su afirmación, y sin embargo pienso que es completamente errónea y que la consecuencia de está mentalidad no contribuye al bienestar social ni a la felicidad del individuo. El individuo, ahí está la clave.
Prefiero hablar de ética que de moralidad, pero de cualquier forma, ambas no tienen que ver con la familia sino con el individuo. El individuo es el que es moral o inmoral, y a esto contribuye todo su comportamiento en relación a si mismo, a los demás y a la Naturaleza. Si es constructivo y beneficioso, su comportamiento es ético, por el contrario si es destructivo y perjudicial, su comportamiento es inmoral, él mismo lo es.
En cuanto a la familia, por más que para algunos sólo se pueda considerar como tal a un modelo concreto acorde con sus ideas y creencias, es evidente, por poco que se tenga una visión amplia de la sociedad humana en el espacio y en el tiempo, que no es así. Ha habido, y hay, distintos tipos de “familia” y su bondad y moralidad dependerá de la de los individuos que la compongan.
Volviendo al concepto de “familia” de nuestro país en la actualidad, con el gobierno de un partido conservador que se alía claramente con la Iglesia Católica, el mismo que defiende la Sra. Jane Pit y su cándidato favorito Mitt Romney, insisto que su bondad dependerá de la de sus componentes pero que no es por si misma ni buena ni mala; muchos individuos han crecido y se han desarrollado felizmente en estas familias, donde han encontrado amor, estabilidad emocional y sustento en todos los sentidos; pero también otros individuos han encontrado en el recinto cerrado de este tipo de familia su tormento (violencia de género, maltrato infantil, pedofilia, sometimiento…). En este tipo de familia muchos han encontrado amor y compañía, pero otros la mayor y más dolorosa soledad. Y lo mismo, o incluso en mayor grado, podríamos decir del concepto de familia en el Islam, o en otras culturas.
El ser humano es un ser social. Se realiza en relación con los demás, y crece al compás del desarrollo de su “corazón”, cuando el amor lo ocupa y difumina los contornos de su ego para fundirlo con los otros. Por supuesto que la familia es el ámbito donde este desarrollo puede darse, pero no es el único ni es evidente que así sea en todos los casos.
Existen otras relaciones, como la amistad, el compañerismo, la solidaridad humana más allá de los lazos sanguíneos, que pueden ser tanto o más profundas, precisamente por su carácter libre y gratuito. Porque esa es la esencia del auténtico amor: la gratuidad. Y es esto lo que autentifica también las relaciones familiares: el amor auténtico que sale del corazón, no los convencionalismos impuestos por una u otra sociedad.
Los defensores de la familia cristiana verán en afirmaciones como las que he expuesto una persecución . No es así, al menos en mi caso. No pretendo argumentar contra la familia, sino contra la falta de autenticidad y contra cualquier tipo de integrismo del que se cree único depositario de la bondad, de la moralidad. Hay personas que comparten sus vidas con otros fuera del cliché tradicional de “familia” : personas que no realizan los trámites del matrimonio religioso o civil, homosexuales que conviven y exigen su derecho a ser considerados familia, a adoptar hijos, comunidades de hombres o mujeres que comparten la vida y se ocupan de los abandonados (entre estas familias muchas comunidades religiosas), en todo caso lo que les autentifica es el amor que comparten y que les hace merecedores de todo respeto y reconocimiento. Es la lealtad, el compromiso, la compasión, la generosidad, la alegría. La alegría de amar, lo que nos hace libres, la auténtica moralidad.
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