Sábado, 19 de agosto 2012. Se le concede el tercer grado a Bolinaga, asesino y secuestrador inmisericorde de Ortega Lara, por encontrarse en fase de enfermo terminal.
Respeto el dolor de sus víctimas, y de las víctimas de todos los terroristas y asesinos, pero en esta ocasión me siento orgullosa de ser española, no etarra.
Ante el crimen y la injusticia la sociedad tiene que ser fuerte y saber defenderse. Tiene que poseer los mecanismos para aislar y proteger a los ciudadanos de los individuos inmorales, incluso amorales, que suponen un peligro. Tiene que emplear los medios disuasorios, como los castigos, para que estos individuos no perjudiquen a los demás, y crear los procedimientos necesarios para que el criminal resarza a la sociedad y a sus víctimas por el mal causado. Tiene incluso que intentar la reconversión de dichos individuos, a sabiendas que en el fondo esto depende de una opción personal de cada uno. Pero de ningún modo debe reproducir ni permitir que se reproduzcan, los comportamientos de los criminales. Porque el mayor mal que un criminal puede causar a sus víctimas y a la sociedad es despertar en ella el mismo comportamiento inmoral con el que él actuó.
Bolinaga morirá siendo un asesino, y ese es su mayor castigo. Su excarcelación, que espero se produzca con todas las garantías de que no se trata de un fraude y de que realmente se encuentra en fase terminal, no le restituirá su dignidad de ser humano, por más que los que aprueban su comportamiento intenten ensalzarlo; su dignidad se la hubiera restituido su arrepentimiento, a él y a sus partidarios. Su excarcelación nos dignifica a nosotros, los que podemos mirarle a los ojos y decirle: soy español, no etarra. No has podido conmigo. Esta es la grandeza de la justicia, es así como se construye la paz.
El bien siempre vuelve a quien lo realiza, lo mismo que el mal.
imagen.telecinco.com
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