Siempre ha habido ricos y pobres, dicen. Y siempre los habrá, añaden resignados. Y a esto hay que añadir “los nuevos ricos”. Algunos incluso señalan que estos son los peores.
Hoy están proliferando estos nuevos ricos justamente en lugares donde presuntamente se luchó por un ideal igualitario: Rusia y China, países que las empresas del lujo miran frotándose las manos. Un nuevo mercado de joyas y coches de lujo (aparcadas las viejas bicicletas que ahora pretendemos hacer circular por nuestras calles occidentales). Por no mencionar países árabes donde la riqueza de sus príncipes contrasta escandalosamente con la pobreza del pueblo.
Claro, se apresurarán a explicar algunos: los ateos comunistas no podían terminar siendo de otro modo, lo mismo que esos ricos países árabes. Pero no: aquí no se libra nadie. Líderes cristianos, como el republicano Mitt Romney y otros mucho, acumulan riquezas y emplean mil artilugios para no compartirlas y defraudar.
Deduzco entonces que el poder va asociado a la riqueza, y que esta acaba corrompiendo cualquier ideología o creencia, deducción que podría llevarme al derrotismo. Pero no es así, por ellos, los individuos que son inspiración y esperanza para el género humano, curiosamente sean cuales sean sus creencias. Gandhi, que entregó su vida por la libertad y la paz, hinduista; Muhammad Yunus, luchador contra la pobreza de la que ha ayudado a salir a tantos hombres y mujeres, musulmán; Vicente Ferrer, cristiano, que gastó su vida ayudando a salir de la miseria a los más abandonados en la India; o el presidente de Uruguay, que se proclama ateo, José Mújica, y que está viviendo en su pequeña casa en Rincón del Cerro, situada en una zona de clase media en los alrededores de Montevideo. La morada no puede ser más modesta lo que le convierte en el presidente más pobre del mundo. A sus 77 años no ha cambiado de ropas, de vida o de amigos con la llegada al poder y confiesa que espera concluir su mandato para descansar en su casa.
Y a la imagen de estos hombres, y del Dios que los inspira, se me superpone la imagen de los poderosos. Ayer mismo vi en Salvados el interesante documental de Jordi Évole sobre la industria armamentística en el que entrevistaba entre otros al ex ministro de defensa Eduardo Serra. Y ante esto podría preguntarme cómo puedo seguir creyendo en la fuerza de la conciencia colectiva, en los ideales de la fraternidad y la igualdad, en la posibilidad de contribuir a la construcción de un sistema diferente. Me lo he preguntado muchas veces, y sigo encontrando la misma respuesta: porque es la única manera de vivir realmente, de transitar el breve tiempo de la existencia gozosamente. Nadie aplastará sus almas, nadie apagará su luz, la de los hombres y mujeres como Gandhi, Muhammad Yunus, Vicente Ferrer y su maestro Jesús de Nazaret, o el ateo fraternal José Mújica, hombres de todas las épocas, de todas las tierras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario