Yo tenía un pequeño negocio, no os voy a aburrir con detalles. Como tantos otros españolitos. Y llegó la crisis, la crisis financiera, el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, qué os voy a contar. Me arruiné, me arruinaron, no vamos a discutir las causas (todos las barruntamos) y me vi con una deuda a mis espaldas, como una losa. Mujer, dos hijos. A mi mujer la echaron de su empresa, cosa de los ERES…primero le habían bajado el sueldo y aumentado la jornada, a penas veía a los niños; y luego el despido, que con la reforma laboral ni la Virgen del Rocio nos salva. Y todo lo demás fue rodado: la hipoteca que no se puede pagar, los anuncios de desahucio, el desahucio. Nos fuimos a vivir con mis suegros, y a penas nos llegaba para comer. La vida se hace insoportable. Un día abandoné la casa, los abandoné a todos ¿para qué quedarme? ¿qué les podía ya aportar? Ahora vagabundeo por las calles, duermo en los pasos subterráneos, sobre cartones. Yo, que fui como tú hace tan poco. Bebo, para calentarme y para olvidar. Ya no me reconozco ni yo mismo cuando me miro en los escaparates, ahora adornados para la Navidad. Y cómo me empalaga: esas caras sonrientes, esos anuncios solidarios, esos rastrillos, esas campañas, esos lotes de comida que te alargan con la cara iluminada de felicidad. “Toma, hermano, y feliz Navidad” Para que pases unas Navidades dignas. Qué fácil, qué bonito, y qué contentos todos. Todos buenecitos, y portaos bien, que ya no vais a poder ni siquiera protestar, escupir vuestra rabia. Pero es Navidad y todos somos solidarios, que sale barato calmar la conciencia por unos días. ¿Feliz Navidad? No, gracias. Devuélveme mi dignidad, todos los días.
Me duele contar esta historia, me duele herir a todas las personas que con la mejor voluntad del mundo son caritativas con los demás, que hacen una labor imprescindible que es urgente. Pero no basta. No basta. El sistema económico y social deja al margen y en la pobreza cada vez a más seres humanos, hay que poner navajas en las vallas para que les corten las carnes y no salten a nuestro mundo, pero esto ya no es suficiente: los pobres están ya entre nosotros, tienen el mismo color de piel que nosotros, y ayer eran los vecinos de enfrente los que hoy duermen en la calle. Mañana, quizás tú, y ya será tarde. Con nuestras últimas fuerzas, con nuestra última esperanza, con todo nuestro coraje: con nuestras manos y nuestros corazones, con nuestro orgullo de ser seres humanos, no nos conformemos con sonreír y desear feliz Navidad: empeñemos nuestras vidas en cambiar el rumbo de la historia. Es el momento.
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