La puerta del sol, al anochecer del 15 O, mientras resonaba la 9ª Sinfonía de Beethoven, me hizo pensar en un maravilloso cerebro compuesto por innumerables neuronas unidas, trasmitiéndose unas a otras corrientes de esperanza y empatía. Quizás un sueño, una utopía, a la espera de una acción lúcida, comprometida y tenaz.
Me llamó la atención la gente que caminaba a mi lado: ningún “uniforme”, apenas algunas pancartas con el logotipo 15O, pero sí pequeños carteles de fabricación casera, difundidos en las redes sociales e impresos en casa. Entre estos carteles, y en alguna camiseta, pude leer repetidamente la exigencia de una sociedad laica y el rechazo de la religión. ¿Cómo me iba a extrañar en Madrid, donde aún resuenan los fastos que celebraron la visita del Papa y de los jóvenes católicos, favorecidos y arropados por las autoridades? En un país donde, por desgracia, la religión se asocia en el subconsciente popular a una larga dictadura que se implantó después de una cruel guerra fraticida mal llamada cruzada, o guerra santa, que viene a ser lo mismo. Y sin embargo, también revivo con ilusión las imágenes de indignados unidos antes de la marcha en la meditación, realizando los gestos que durante siglos hombres y mujeres de Oriente han venido repitiendo para alcanzar la unión e identificación con el Ser Supremo, el Alma del mundo, la Conciencia Universal. Y tampoco esto me extraña, y me hace pensar que quizás la corriente que horas más tarde haría vibrar a los congregados en Sol en un sentimiento de empatía y fraternidad no era otra cosa que la manifestación de esa Alma del mundo. Quizás así lo sentí, porque en este sentimiento de fraternidad universal baso mi concepción de la vida y la lucha. Al fin y al cabo, una concepción espiritual de la realidad. Por eso pienso que es importante evitar los tópicos y los prejuicios frente al hecho religioso, aprender a discernir entre religión y fanatismo o integrismo, pues de lo contrario caeríamos en lo mismo que rechazamos, como repetidamente ha ocurrido a lo largo de la Historia.
El contacto con religiones orientales, como el budismo y el hinduismo me ha enriquecido enormemente, y ha enriquecido mis creencias cristinas. Porque el Jesús que he ido descubriendo a lo largo de mi vida es él que estaría el 15O en Sol, entre los hombres y las mujeres del pueblo, con el corazón alzado hacía el que él proclamó Padre de todos los hombres. No en los templos, ni vestido de seda y enjoyado de oro, no entre los poderosos, sino señalando su avaricia.
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