La mirada de Dios es Luz y Bondad, sobre todo y sobre todos. Este es el mensaje de Jesús, que tanto nos cuesta comprender, porque nuestro corazón está lleno de sombras y rencores, que proyectamos a todas nuestras ideas y fabulaciones, creándonos un dios a nuestra imagen y semejanza. Me viene a la imaginación los rostros enfurecidos de creyentes lapidando, crucificando, quemando en la hoguera, escupiendo, maldiciendo a los que no adoran a su dios, a los que no se acomodan a la imagen de dios, pequeño ídolo, que han fabricado; y lo hacen en nombre de ese mismo dios, en nombre del celo por defender a su dios, por defender su honor, por limpiar las ofensas cometidas contra él. ¡Cuánta oscuridad, cuánta ignorancia, cuánto fanatismo! También en los que se consideran no creyentes, cuando atacan con la misma furia a los creyentes.
Imagen: maricruzpe.blogspot
Cuando llegamos a comprender el mensaje de Jesús, aunque sólo sea por un ínfimo instante y sólo un poco, todo cambia. Nos anuncia un Dios que no condena sino que salva. No condena, porque Dios no es ofendido por nuestra maldad. Dios es la Felicidad plena. Somos nosotros los que nos ofendemos, los que nos dañamos, cuando nos alejamos del objetivo de nuestra existencia: esa misma bondad, esa misma felicidad, ese abrazo con el que es. Por eso la mirada de Dios es compasiva, no condena sino que salva. Y no hay infierno comparable con la conciencia de sentir que nos hemos alejado de aquello para lo que existimos. Pero él es la espera abierta a nuestro retorno. El es la Felicidad que nos espera al cabo del camino. No hay ira, no hay castigo: es sólo un padre que espera todos los días la vuelta del hijo. Ese es el Dios de Jesús. Y es la mirada de Dios la que los demás deben descubrir en nuestros ojos.
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