Somos hijos de nuestra historia, la historia es una buena maestra, y las buenas maestras enseñan su experiencia pero liberan y dejan expansionarse la irrepetible esencia de cada uno. El nuevo milenio debe aprender de la historia como de una buena maestra, asimilar todo lo positivo, regenerarse a partir de los errores, reciclar el pasado e inventar el futuro.
En el pasado, y de modo especial en nuestro país, marcado con el estigma de una guerra civil, hubo dos concepciones de la economía y la sociedad antagónicas: el comunismo y el capitalismo; aunque pueda parecer simplista esta afirmación (se requeriría matizar mucho más) es así como la perciben muchas personas, y es esta dualidad la que lleva a una concepción maniqueísta que es el origen de los anti-s: anticapitalismo, anticomunismo. Por eso he empezado diciendo “en el pasado”, porque en mi opinión (es mi opinión personal la que expreso en esta entrada) es importante generar una auténtica alternativa. Una alternativa (que suponga la superación de los errores a los que pudo llegar el comunismo) por su apuesta por la libertad, la iniciativa individual, la riqueza de la diversidad, la horizontalidad; y al mismo tiempo una superación de los abusos y atropellos de un sistema capitalista y liberal por su apuesta por la equidad y el reparto justo de la riqueza, la cooperación y el bien común.
Y en el centro de todo, el respeto a la dignidad humana, que sólo se da cuando el individuo es respetado y sólo se alcanza cuando los individuos colaboran y participan en el bien de todos.
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