Toco en AlcorEss, y eso es para mí
un gran privilegio. ¿El violín, el bajo, los platillos…? Es mi propio ser, yo:
mi mente y mi corazón, y mis circunstancias: por donde y con quien ha
transcurrido el tiempo de mi vida. Toco con mis compañeras (mi femenino es
inclusivo, abraza a mis compañeros en plano de igualdad) intentando ser yo
misma y con un respeto sagrado por los diferentes modos de ser de las demás:
somos una orquesta y cada una intenta tocar bien su instrumento sin desafinar.
Me gusta la armonía, la concentración en las cuerdas o el metal del que sacaremos las notas que se irán
encadenando con las de los restantes instrumentos. Hacer bien cada una su
trabajo y hacerlo con las demás: no hay competencia, hay una profunda
complicidad.
Y AlcorEss a su vez toca en otras
orquestas más amplias, porque en esta vida todo está encadenado: ya sabemos
todas lo del efecto mariposa: el batir de unas alas, o el rozar de unas cuerdas
transforma el rumbo de las cosas. Somos conscientes de ello, y nos sentimos
comprometidas con el rumbo que tomamos. Nuestra estrella polar se llama
dignidad, dignidad de esta magnífica criatura que es el ser humano.
Somos nosotras mismas, somos
libres e independientes, que cada cual toque el instrumento con el que se
identifica: es bueno distinguir, definir bien las tareas y luego dejar que las
notas se entrelacen y conmuevan los cimientos de la tierra con su belleza y su
verdad. Con la bondad con la que se comparte el aire y se convierte en viento
que nos lleva.
imagen: blocs.xtec.cat
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