¿En nombre de qué dios inventaremos el futuro?
Se llama libertad, igualdad,
fraternidad. Felicidad, y Dios si quieres. Y está dentro de cada ser humano, más
allá de todas sus circunstancias y accidentes.
Como ser social que es esta
criatura, se agrupa con sus semejantes para sentirse arropado y seguro. Y reviste de mitos, dogmas y ritos ese
dios que lleva dentro. Cada grupo lo colorea y lo envuelve con las melodías de
su tierra, de su cielo y sus ríos. Distinto cada uno, pero en el fondo es el
mismo si lo despojamos de los adornos con los que cada tribu lo ha revestido.
Es un sentimiento profundamente
arraigado, por eso los tiranos saben que dominándolo dominarán a sus
semejantes. De este modo las religiones y todos los totalitarismos son
secuestrados una y otra vez para someter a los individuos.
Hoy se anuncia en nuestro país un
cambio profundo que muchos miran esperanzados y otros con temor. En este cambio
la religión no ocupa un lugar tangencial. Puede ser un factor de fractura
social o un elemento para la convivencia pacífica. Para esto último es
imprescindible que tanto los creyentes, especialmente los católicos, como los
que se rebelan con amargura por la imposición del poder de la Iglesia Católica
en la sociedad española, distingan la diferencia entre la religión cristiana y
el instrumento de poder en el que ha sido convertida por sus secuestradores.
Los católicos deben ver con alegría
el fin del secuestro que ha posicionado a su Iglesia al lado de los poderosos,
que la han utilizado a cambio de privilegios y dádivas. Es una ocasión única de
volver a las fuentes del Evangelio, ese hermoso mensaje de fraternidad
universal, de entrega y amor a todas las personas, de estar siempre al lado del
que nos necesita. Aunque nos quitasen nuestras subvenciones, nuestros templos,
nuestros palacios, si es para dar de comer a los que tienen hambre o dar un
techo a los que no tienen casa ¿no habríamos de alegrarnos por sentirnos más próximos
a lo que Jesús nos enseñó? ¿no sería más reconocible su mensaje?
Y los que sienten la injusticia
de los privilegios concedidos a la Iglesia Católica en España, deben también ser capaces de reconocer la
diferencia entre los poderes ocultos que manejan a una Iglesia secuestrada y la
fe de muchas personas, y no atacar sus creencias sino a los cómplices del
secuestro. El corazón de las personas y sus creencias deben ser siempre
tratados con el máximo respeto.
La religión es el opio del pueblo
según algunos. ¿También el arte, la música, la poesía? El buscar lo bello y lo
bueno más allá de nosotras mismas, o más acá, en lo más profundo de nuestros
corazones. Somos así, los seres humanos, racionales, y también emocionales,
sensoriales, creativos, imaginativos. Capaces de inventar a dios, o una razón y
un sentido a la vida, o descubrirlo.
Necesitamos encontrar un sentido
a la vida, una razón a la fraternidad, algo que nos transcienda y nos una:
religión, conciencia social, conciencia colectiva… El marxismo y el
cristianismo tienen tantas cosas en común, al fin y al cabo.
Hemos inventado el futuro, tantas
veces. Y podemos seguir haciéndolo, construyendo sobre los errores y divisiones
un espacio donde cada una pueda ser libre y única, donde todas seamos iguales y
fraternales. El nombre de tu dios, a mí no me importa. Sólo necesito algo para
sentirte mi hermano.
P.D.
Quiero añadir la reflexión de un amigo: el paralelismo con el fútbol. Cuando lo expuso, hubo quien señaló que se trataba de algo distinto. Y sin embargo es distinto en su esencia, fútbol y religión son distintas realidades, pero no lo son como instrumentos del poder político y económico. Del mismo modo que el poder secuestra y convierte a la religión en un instrumento de dominio, el fútbol se convierte en otro magnífico medio de control de masas. Y como todo medio potente, en un medio caro para el Estado. No tengo los datos de la cuantía del dinero obtenido de nuestros impuestos que se dedican a cubrir los privilegios de la Iglesia Católica y de los clubes de fútbol, pero es indudable el paralelismo. O lo empleado en la exaltación del líder en los países de régimen totalitario.
P.D.
Quiero añadir la reflexión de un amigo: el paralelismo con el fútbol. Cuando lo expuso, hubo quien señaló que se trataba de algo distinto. Y sin embargo es distinto en su esencia, fútbol y religión son distintas realidades, pero no lo son como instrumentos del poder político y económico. Del mismo modo que el poder secuestra y convierte a la religión en un instrumento de dominio, el fútbol se convierte en otro magnífico medio de control de masas. Y como todo medio potente, en un medio caro para el Estado. No tengo los datos de la cuantía del dinero obtenido de nuestros impuestos que se dedican a cubrir los privilegios de la Iglesia Católica y de los clubes de fútbol, pero es indudable el paralelismo. O lo empleado en la exaltación del líder en los países de régimen totalitario.
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