El camino está lleno de espejismos, de mentiras. Miramos y nos buscamos en el espejo del agua, buscamos nuestra propia imagen, y perdemos el norte. El mayor espejismo es nuestro propio ego, ocultando la luz, nuestro propio nombre escrito con mayúsculas sobre todo lo demás, como una firma universal que hace suyo propio todo lo que le rodea.
El camino se anda hacia dentro, despojándonos de todas las ataduras que nos impiden ser libres, de todo lo que enturbia la belleza, la bondad y la luz que está dentro de cada una de nosotras. Pero cuando no contemplamos nuestra propia imagen en la superficie del río, sino la imagen de todas las gotas de agua, nos sentimos una más, hermanada con todas ellas, ya no escribimos nuestro nombre en la arena de la orilla sino un nombre de agua y nos sabemos río.
El camino no termina nunca, hasta el último aliento, hasta el último recodo, no podemos bajar la guardia, no podemos perder el norte.
Emprendemos proyectos y acciones, si perdemos el rumbo nos perdemos y perdemos al que camina a nuestro lado. El Norte esta dentro de nosotras: es la motivación que nos empuja, lo que engrandece o pervierte nuestro camino.
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