La rabia es expresión de una profunda tristeza que nace de sufrir la humillación, la injusticia y el desprecio.
Los golpes, los insultos, la opresión, dañan lo más íntimo de la persona, que puede reaccionar con el abatimiento y la depresión o con la rabia.
La rabia no es un atributo de las feministas, ni de las mujeres, ni de los hombres, ni de los homosexuales, ni de los niños, ni de los negros, ni de los blancos, ni de los musulmanes, ni de los judíos, ni de los chinos, y no voy a seguir enumerando todos los grupos que se pueden hacer de las personas, porque la rabia es un sentimiento que puede nacer en cualquiera cuando se dan las circunstancias que la generan y alimentan. Está latente en todas nosotras. Eliminemos las circunstancias que la sustentan y no se desarrollará.
El antídoto de la rabia es una nueva mirada sobre "el otro" que nos haga ver un semejante a pesar de las diferencias. Es sustituir la ética del poder, que devora al otro y lo somete, por la ética del amor que abraza. El poder engulle, el amor sale de sí.
“Hay una fuerza extremadamente poderosa para la que
hasta ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal. Es una fuerza
que incluye y gobierna a todas las otras, y que incluso está detrás de
cualquier fenómeno que opera en el universo y aún no haya sido identificado por
nosotros. Esta fuerza universal es el amor...».(Albert Einsten, en una carta a su hija Lieserl, aunque la autoría ha sido cuestionada)
Por supuesto que las mujeres deben trabajar por conquistar la igualdad real con el hombre, pero la meta no es la prepotencia de la feminidad sobre la masculinidad para revertir el orden secular, sino alcanzar y desarrollar la humanidad, esa humanidad que se construye remplazando la nefasta ética del poder por la del amor.