No todos los políticos son iguales, pero el ejercicio de la política y el poder acaba corrompiendo a muchos.
Los políticos se rodean de asesores afines, muchas veces palmeros y aduladores y no siempre los más competentes y honestos. Esto da origen a un aparato pesado al servicio de los intereses del partido y de sus integrantes, no al servicio del Bien Común.
Es imprescindible un código ético riguroso y un control de su cumplimiento para que la política esté al servicio del Bien Común. Esto no se da y así nos encontramos con un panorama desolador.
El código ético debe exigir al servidor público verdad, bondad y utilidad:
Verdad: no disfrazando la realidad, reconociendo los errores y las prácticas deshonestas de cada uno y de los integrantes del propio partido, y al mismo tiempo reconociendo y valorando los aciertos del contrario.
Bondad: buscar el Bien de la gente, soluciones a sus problemas.
Utilidad: al servicio de la gente. Conviene no olvidar que la gente no vive del espectáculo de los debates políticos, de lo graciosillo, ocurrente o mordaz que pueda ser el orador, ni de ideas, sino de realidades: trabajo, techo, alimento, educación, sanidad, ocio, cuidados son las realidades que hay que encarar y los problemas que hay que solucionar, en un marco de justicia social.
En estos momentos se están planteando Mociones de Censura: en la Comunidad de Madrid contra la gestión de la Presidenta Isabel Diaz Ayuso, y en el Parlamento contra el Presidente Pedro Sánchez.
Se trata de un mecanismo que puede ser necesario y útil. Pero lo importante es ajustarse a los principios del código ético en su planteamiento y sobre todo presentar una alternativa rigurosa, estudiada y que suponga una solución a los graves problemas de la gente. Si la moción se limita a una lluvia de insultos y descalificaciones apelando a sentimientos muchas veces de odio, sin una honesta y argumentada propuesta de soluciones prácticas y urgentes, será una vez más hacernos perder el tiempo.
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