Las banderas nos identifican y señalan nuestra pertenencia a un grupo, y eso es consecuencia de nuestra naturaleza humana: somos seres sociales y necesitamos sentirnos parte de un grupo. El problema viene cuando nuestra bandera nos ciega y se contamina de arrogancia y desprecio a los que no se arropan con nuestros colores. La bondad o la maldad está en la motivación: cuando colgamos nuestras banderas "contra" los otros, las banderas se hacen instrumentos de enfrentamientos y odios. En un barrio tranquilo comienzan a aparecer banderas, y los vecinos comienzan a mirarse con recelo. Vecinos contra vecinos, barrios contra barrios, pueblos contra pueblos.
Ojalá un día toda las banderas se transformes en símbolos de diferentes formas y colores que reflejen la belleza y la diversidad de la especie humana, nunca en estandartes tras los cuales formen los soldados.
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