domingo, 7 de marzo de 2021

EL FEMINISMO Y LA REVOLUCIÓN RADICAL

Si la lucha feminista pretende un cambio radical y conseguir la igualdad auténtica entre hombres y mujeres, es preciso cambiar el arquetipo humano, el modelo original y sus valores. Los valores arquetípicos del hombre, la fuerza y el dominio, los sitúan en puestos de mando. Los que se atribuyen a la mujer, la ternura y la empatía, la relegan al ámbito del hogar y los cuidados.

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Hay que admitir que hombres y mujeres somos diferentes, desde el principio. Cuestión de cromosomas, XX para las mujeres, XY para los hombres, y de esta quiniela se engendra un hombre o una mujer.  Pero los factores culturales han condicionado la conducta humana. Se ha dado prioridad a los valores que han predominado y se han considerado masculinos. Antes de la Historia, en la Prehistoria, a los hombres se les asignaba la tarea de salir de la cueva a cazar por su fuerza, mientras la mujer se quedaba al cuidado del fuego y las crías. Pero se supone que hemos evolucionado. Hoy más que fuerza se necesita habilidad para manejar las máquinas, y eso debería igualar los roles de hombres  y mujeres.

En mi opinión, la gran subversión iría más allá de la rebelión feminista, sería dar el lugar de honor a los valores que se han atribuido a la mujer y reprimido en los hombres: la ternura y la empatía, porque la inteligencia, la fuerza y resistencia a las mujeres no nos falta. Así las relaciones humanas pasarían a fundamentarse no en el dominio y la sumisión sino en los cuidados mutuos y la colaboración, con el cambio social y económico que esto supondría. Porque los cuidados no son una carga que hay que arrojar a la espalda de los otros. Los cuidados mutuos, desde los cuidados de una misma y hasta el cuidado de la Naturaleza, son un privilegio a compartir. Y el dominio de los otros, una lacra a extirpar. 

 La gran subversión consistiría en desinhibir a los hombres. Se los ha sometido a una castración emocional, no llores, los niños no lloran, se les ha enseñado con más de un tortazo. En la etapa actual de la evolución humana ese arquetipo masculino de macho salvaje debe aparecer como lo que es: la reminiscencia del hombre de las cavernas, a un paso de la fiera salvaje.

 Queda mucho que hacer. La educación es fundamental, en las escuelas, en la familia, en los medios de comunicación. Las mujeres debemos luchar porque así sea, con lucidez y amplitud de miras, no cayendo en la trampa de asumir el rol masculino, incluso su estética y su agresividad salvaje. No quiero asumir ese rol, ese no es el arquetipo humano que sueño. Ni quiero excluir a los hombres de esta revolución, esto nos llevaría al fracaso.

Hay un principio común en muchas revoluciones: que el miedo cambie de bando. Es un error, perpetuar el miedo es perpetuar la sinrazón y la fuerza. "Darle la vuelta a la tortilla" como se dice en lenguaje popular, esa no es la solución, todo lo contrario, eso sería lo más continuista que podemos imaginar, significaría perpetuar el modelo de alguien arriba, alguien abajo, alguien dominante, alguien sumiso.

Y hoy no quiero olvidarlas a ellas, las mujeres que sufren la exclusión y el sometimiento porque al factor de género se añaden otros factores de marginación: la pobreza, la raza, la cultura. Mujeres sometidas, apaleadas, excluidas, mutiladas, vendidas, sacrificadas, esclavizadas. Mis hermanas, en todos los pueblos de la tierra. La lucha feminista debe ser generosa y abierta, radical, ir contra cualquier principio que niegue la dignidad humana de las personas, de todas las personas.

Me siento orgullosa de ser mujer. Me siento comprometida con la lucha feminista por la igualdad.

 


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