Si la lucha feminista pretende un
cambio radical y conseguir la igualdad auténtica entre hombres y mujeres, es
preciso cambiar el arquetipo humano, el modelo original y sus valores. Los
valores arquetípicos del hombre, la fuerza y el dominio, los sitúan en puestos
de mando. Los que se atribuyen a la mujer, la ternura y la empatía, la relegan
al ámbito del hogar y los cuidados.
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En mi opinión, la gran subversión
iría más allá de la rebelión feminista, sería dar el lugar de honor a los
valores que se han atribuido a la mujer y reprimido en los hombres: la ternura
y la empatía, porque la inteligencia, la fuerza y resistencia a las mujeres no
nos falta. Así las relaciones humanas pasarían a fundamentarse no en el dominio
y la sumisión sino en los cuidados mutuos y la colaboración, con el cambio
social y económico que esto supondría. Porque los cuidados no son una carga que
hay que arrojar a la espalda de los otros. Los cuidados mutuos, desde los
cuidados de una misma y hasta el cuidado de la Naturaleza, son un privilegio a
compartir. Y el dominio de los otros, una lacra a extirpar.
La gran subversión consistiría
en desinhibir a los hombres. Se los ha sometido a una castración emocional, no
llores, los niños no lloran, se les ha enseñado con más de un tortazo. En
la etapa actual de la evolución humana ese arquetipo masculino de macho salvaje
debe aparecer como lo que es: la reminiscencia del hombre de las cavernas, a un
paso de la fiera salvaje.
Queda mucho que hacer. La
educación es fundamental, en las escuelas, en la familia, en los medios de
comunicación. Las mujeres debemos luchar porque así sea, con lucidez y amplitud
de miras, no cayendo en la trampa de asumir el rol masculino, incluso su
estética y su agresividad salvaje. No quiero asumir ese rol, ese no es el
arquetipo humano que sueño. Ni quiero excluir a los hombres de esta revolución,
esto nos llevaría al fracaso.
Hay un principio común en muchas
revoluciones: que el miedo cambie de bando. Es un error, perpetuar el miedo es
perpetuar la sinrazón y la fuerza. "Darle la vuelta a la tortilla"
como se dice en lenguaje popular, esa no es la solución, todo lo contrario, eso
sería lo más continuista que podemos imaginar, significaría perpetuar el modelo
de alguien arriba, alguien abajo, alguien dominante, alguien sumiso.
Y hoy no quiero olvidarlas a ellas,
las mujeres que sufren la exclusión y el sometimiento porque al factor de
género se añaden otros factores de marginación: la pobreza, la raza, la
cultura. Mujeres sometidas, apaleadas, excluidas, mutiladas, vendidas,
sacrificadas, esclavizadas. Mis hermanas, en todos los pueblos de la tierra. La
lucha feminista debe ser generosa y abierta, radical, ir contra cualquier
principio que niegue la dignidad humana de las personas, de todas las personas.
Me siento orgullosa de ser mujer. Me
siento comprometida con la lucha feminista por la igualdad.
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