Un año más, con la primavera y el renacer de la vida, celebramos la Pascua. Y cada año nos llenamos de la esperanza de que, más allá de la oscuridad, el dolor y la muerte, la vida renace. Por eso seguimos en pie, seguimos caminando, con todas nuestras limitaciones, porque nos sentimos señalados por Jesús como sus hermanos, como hijos de Dios. Nadie proclamó como Jesús la dignidad del ser humano, nadie señaló como él cuál era nuestra tarea en la tierra, nadie puso por encima de todas las leyes y tradiciones el amor a nuestros semejantes.
Por eso, en un mundo corrompido por la avaricia, por el culto al dinero, al poder, a la gloria, al disfrute desenfrenado frente al olvido y la indiferencia ante los sufrimientos de los demás, la figura y el mensaje de Jesús es un soplo potente que nos sostiene y nos empuja a seguir luchando por la dignidad de todos los seres humanos.
Hacer de cada una de nuestras vidas esa contribución a un mundo más fraternal, más equitativo, más gozoso, esa es nuestra humilde tarea y la fuente de la auténtica felicidad.
imagen: maricruzpe.blogspot.com
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