La metáfora de "poner la otra mejilla" se echa en cara con
frecuencia a los cristianos como signo de debilidad. "Esos meapilas",
se les llama y se les tilda de "buenismo" "buenrollismo",
de ingenuos y ¿por qué no? de imbéciles. Como si la bondad y la lucidez fuesen
incompatibles (pienso que son las dos caras de una misma realidad, que solo
unidas son plenas).
Hace poco una amiga me comentaba con admiración que los cristianos saben
gestionar el perdón. Me pareció un comentario acertado: gestionar el perdón. Es
cierto, gestionar el perdón es gestionar las propias emociones, ser dueño de
ellas y no permitir que agentes externos nos dominen: conservar la libertad, la
independencia; evitar que el daño recibido se reproduzca en nosotras y genere
la misma actitud y comportamiento dañinos.
Significa superar la espiral maldita del “ojo por ojo”. No significa poner
la otra mejilla para que te vuelvan a dañar, es no devolver la bofetada para no
dañar la propia mano. Hay que entender el lenguaje lleno de metáforas e
hipérboles de aquella época, y profundizar para encontrar el significado
universal. El perdón significa evitar el desgaste dañino de energía y no
permitir que dobleguen nuestra voluntad y nuestras convicciones y nos sometan a
un proceso destructivo y agotador.
El perdón es principalmente un don
para el que perdona y se libera, y de rebote un regalo para la persona
perdonada. Es fuerza, libertad, dignidad, serenidad. Es paz, es la única
victoria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario