Podemos sentir admiración por los atenienses, creadores de la democracia en el siglo V antes de Cristo. Se trataba de un sistema de gobierno de la ciudad en el cual las decisiones eran tomadas por la asamblea de ciudadanos y no por un rey o emperador como en otras ciudades. Pero conviene templar nuestra admiración y no olvidar que los "ciudadanos" no eran ni mujeres, ni esclavos ni extranjeros.
Hoy hablamos mucho de democracia. La democracia se defiende como una de las marcas de identidad de la nueva forma de hacer política. Pero, quizás por primera vez en la historia, luchamos por la auténtica democracia, la que apenas ha despuntado en algunos lugares realmente civilizados del planeta.
No habrá democracia sin equidad de género, si las mujeres no son parte paritaria con los hombres en el gobierno de la ciudad.
No habrá democracia para los esclavos: nunca habrá democracia para los esclavos. Y hoy, como en el siglo V, hay esclavos. Personas sometidas a ser meros recursos humanos para un sistema donde el objetivo es el dominio por parte de aquellos poderes que controlan la economía, los mercados y los medios de comunicación; personas a las que se les niega el tiempo y los medios de educarse y así liberarse de una propaganda y publicidad omnipresente e invasiva.
No habrá cambio de sistema sin justicia y equidad, no habrá cambio de sistema sin educación y libertad de pensamiento.
Porque la democracia no es para los esclavos. Si queremos democracia, hay que empezar por abolir todo tipo de esclavitud y sometimiento.
Imagen: akifrases.com
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