Empiezo
mi reflexión por la actuación judicial ante el espectáculo de títeres en un
barrio de Madrid en los carnavales de 2016: detención de los dos titiriteros y
prisión por apología del terrorismo durante 5 días, posterior puesta en
libertad previa confiscación de los títeres pero con cargos, retirada del
pasaporte y otras medidas preventivas. Las reacciones no se han hecho esperar:
críticas y manifestaciones por la libertad de expresión, más allá incluso de nuestras
fronteras. Amnistía Internacional interviene reclamando la libertad sin cargo
de los dos detenidos.
Muchas
personas hemos expresado nuestro pasmo y rechazo ante una actuación a todas
luces desproporcionada, abusiva, infundada (la supuesta pancarta era un folio
que como falsa prueba se le hacía portar a un títere), actuación que contrasta
de modo alarmante con el tratamiento judicial dado a otros muchos malhechores.
Temor, rechazo y vergüenza son los sentimientos que provocan este
comportamiento torpe y abusivo y la defensa del mismo por parte de partidos y
prensa de la derecha española.
Pero
hay otro elemento de esta tragicomedia que me gustaría analizar con más detenimiento:
la obra “La bruja y Don Cristobal, a cada cerdo le llega su San Martín”
No es
la apología del terrorismo con la pancarta con la que se pretende incriminar a
la bruja lo que me inquieta, sino el
pensamiento que subyace a toda la obra y que se expresa en el mismo título: “a
cada cerdo le llega su San Martín”
Los
mismos artistas lo han explicado: “Destruir el patriarcado, la
autoridad, la propiedad privada, es destruir los pilares del sistema y el sistema
no permite que quede impune” Todo está dicho, las palabras guardan y expresan
sentimientos y pensamientos:
Cerdo: referido a los que representan a una casta (los propietarios, los católicos,
los jueces, la policía)
Les llega: implica una advertencia, una amenaza.
Su San Martín: la matanza.
El significado de las palabras queda escenificado en la acción de la
obra: acuchillamiento y muerte del propietario, violación de la bruja que mata
a la monja, ahorcamiento del juez. La acción de la bruja queda justificada como
defensa propia.
Los mismos artistas lo explican.
¿Qué pensamientos, que sentimientos subyacen en esta obra? En primer
lugar hay un sentimiento de revancha: los títeres desde abajo se rebelan contra
los de arriba, contra la casta dominante. Es en defensa propia, es la rebelión
de los oprimidos.
Y lo hacen con violencia: matan, acuchillan, ahorcan, como con violencia
actúan los terroristas ya sean de ETA o ALQUAEDA por unos motivos que ellos
consideran justos.
Ante esto, no puedo menos que expresar lo que pienso y lo que siento:
rechazo.
No me cansaré de repetir las palabras del sabio, “No hay camino para la
Paz, la Paz es el camino” “Ojo por ojo, y el mundo quedará ciego” (Gandhi). La
violencia no está justificada, solo genera espiral interminable de violencia, e
innumerables daños colaterales: los inocentes. Los inocentes de todos los
bandos, tanta gente buena: también entre propietarios, creyentes, policías y
jueces. No hay nada más injusto que generalizar.
Por
otro lado, me entristece ver cómo se pone en peligro logros extraordinarios,
como el gobierno del Ayuntamiento de Madrid con Manuela Carmena como Alcaldesa
y magníficos Concejales y Concejalas que están trabajando con seriedad y
compromiso por la ciudad, con especial interés por las personas más
desfavorecidas. La complejidad del sistema político, social y económico es
enorme; desmontar un sistema injusto en muchos aspectos no es tarea fácil, exige
lucidez, mesura y valor. Es desmontar una bomba que nos puede estallar en las
manos y llevar al traste toda la lucha de tantas y tantas personas de buena
voluntad.
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