viernes, 5 de febrero de 2016

Fue una constante presencia, como las dunas lejanas.

Como cada semana, os ofrezco una página de mi novela Miel de acacias. Un viaje por el desierto, una búsqueda del sentido del dolor.
Si queréis apoyar a pequeñas editoriales que apuestan por este tipo de literatura como Queimada o a librerías alternativas, espacios abiertos como Traficantes de sueños, buscad esta pequeña obra en sus estantes.

"-¿Quién es?- le había preguntado a nuestro guía al segundo día de nuestra llegada.
-Es el nieto de nuestro cadí, del anciano- me respondió.
 No dijo nada más, no se explayó en mil explicaciones como solía hacerlo cada vez  que Pablo o yo le preguntábamos sobre la más insignificante cuestión: el nombre de los arbustos que se extendían a nuestro paso, de los diminutos brotes que surgían de la arena, de las lagartijas que se asomaban entre los guijarros, o las aves que surcaban el cielo abrasador; el por qué de la polvareda que se divisaba en la línea del horizonte anunciando el paso de las gacelas, o del perfil de las dunas  que avanzaban a lo lejos arrastrándose sin tregua sobre el manto rocoso  empujadas por el viento. El nieto de nuestro cadí, fue la única explicación que nos dio sobre aquel muchacho, y su concisión no hizo sino aumentar mi curiosidad.


Desde aquel primer crepúsculo hasta la madrugada en que lo vi partir, él fue una constante presencia, como las dunas lejanas, o el sol en lo alto, o el refrescante rocío que parecían destilar las estrellas. Me despertaba cada madrugada, me desasía del abrazo de Pablo y me deslizaba hasta la puerta de nuestra tienda, y allí permanecía acurrucada con los ojos hinchados por el sueño oteando el perfil de las otras tiendas hasta distinguir la figura del anciano y de su nieto y oír el susurro de sus letanías. Alá el Misericordioso, Alá el Clemente. Cerraba los ojos y me acunaba balanceando mi cuerpo, y repetía el nombre de mi hija, Laura, Laura, una y otra vez. Alguna vez Pablo se había levantado y había rozado mi hombro, pero nunca interrumpió aquel rito del amanecer. Esperaba, hasta que yo volvía a recostarme junto a él y a hundir mi cara húmeda en su pecho".
(Miel de Acacias, Editorial Queimada, página 61.)
Disponible en librerías, en la librería Traficantes de sueños
C/ Duque de Alba, 13
28012 Madrid
Tf. 915320928
Metro Tirso de Molina
http://www.traficantes.net/

Disponible en Amazon

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