El martes pasado, 11 de junio, tuve el privilegio una vez más de disfrutar de lo que significa educar. Educar ha sido y es una pasión en mi vida: mirar con aprecio al otro, al niño y la niña, al más joven, descubrir todo su potencial y hacerlo aflorar. He tenido la inmensa suerte de coincidir con personas que comparten la misma pasión.
Hoy quiero dedicar estas líneas a esas personas, en especial a María y Francis, que año tras año dedican su tiempo todos los viernes terminadas las clases a un taller de teatro con alumnos y alumnas que voluntariamente deciden participar en esta actividad. Tuve la suerte de participar en ese taller, recuerdo la última obra en la que tuve el papel de la abuela de la familia antes de jubilarme. En el IES Josefina Aldecoa, en Alcorcón.
El trabajo de muchos viernes, el resultado de risas y enfados, de sueños y mucho esfuerzo de María y Francis con alguna ayuda extra de alguna antigua alumna como Bárbara: todo ello se transformó sobre el escenario en un grupo de chicos y chicas que nos contaban el cuento de sus vidas, que se transformaban en príncipes y princesas, en enanos y brujas, todos en un equipo orgulloso de su trabajo. En el salón de actos del IES Josefina Aldecoa, en Alcorcón, donde el corazón apuesta todos los viernes por la verdadera educación: hacer aflorar lo mejor de la gente joven.