No escribo desde la experiencia de quien la ha encontrado, sino de quien la busca y se esfuerza por alcanzarla a pesar del todos sus momentos de desánimo, momentos duros, de lágrimas propias y ajenas, por eso la importancia del subtitulo: al final del camino estrecho, cuando nos despojemos de las cargas de nuestro ego.
Resumiría en dos palabras el contenido del libro: iluminación y compasión.
En la primera y segunda parte ,Contemplación y Salvación, descubro el significado de iluminación: ser consciente agradecida, feliz
y confiada del regalo de la existencia, el regalo de quien nos ama de modo incondicional, y al mismo
tiempo de nuestras propias sombras, de nuestra capacidad para darle la espalda.
Pero ese Amor siempre espera.
"Cada
una de nosotras somos parte de un micro universo en el que todas somos
interdependientes. Si nos liberamos de las lacras de nuestro yo, estas relaciones no pueden ser otras
que el reflejo de nuestra relación esencial con el Padre-Madre que nos acoge,
reflejo de esa mirada que nos dice en silencio “te amo, existes porque te amo”.
No
hemos alcanzado la meta, vivimos aún en medio de la tempestad que agita nuestra
barca, y en la oscuridad de la noche escuchamos los sollozos de los otros,
zarandeados por el mismo mar embravecido, en una época tensionada y crispada.
Los otros, personas amadas que comparten nuestro pequeño universo. Las
escuchamos, las conocemos, las amamos a cada una con su nombre único del mismo
modo que somos amadas".(Encontrarás la serena felicidad, página 155)
ENCONTRARÁS LA SERENA FELICIDAD, AL FINAL DEL CAMINO ESTRECHO (2)
Continúo compartiendo algunas páginas de mi último libro, os lo ofrezco deseando que os sirvan de alivio. No nos vamos, volvemos a casa.
Volver al Padre nos supone un salto en el vacío. Pero Jesús significa que este salto es posible, que no lo damos solas, que lo damos de la mano de nuestro Hermano, la raíz de nuestra esperanza.
“Salí del Padre y vine al mundo; ahora dejo de nuevo el mundo y vuelvo al Padre»[1]
Viniste al mundo,
lavaste los pesares de los niños perdidos,
los miedos de todos los pequeños de la tierra.
Con el agua limpia de tu alma,
Ni una lágrima se perdió,
en el cuenco de tu mano se transformó en estrella.
A todos arropaste,
a todos devolviste a los brazos del Padre.

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