Ayer participé en un encuentro con personas de diferentes creencias cristianas de mi ciudad, dentro de un programa de acercamiento entre diferentes culturas. Un largo camino, en un mundo deshumanizado y fragmentado. Un intento, sencillo pero lleno de esperanza. Distintos modos de expresarse, de explicarse lo inexplicable, de buscar una respuesta al sufrimiento. Nos dimos las manos, nos abrazamos, y en el abrazo a la mujer gitana, o la la guineana, sentí lo que trasciende a toda creencia: la corriente profunda que nos une a todos. Podemos llamarlo Dios, podemos llamarlo Amor, o Energía, pero ahí está, en el recuerdo íntimo de nuestros genes.
Imagen: estres.comocombatir.com
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