P.D. Las mayorías también se equivocan.
Entre democracia o dictadura, ya sea la
dictadura de un tirano o de un grupo, siempre elegiré democracia, porque me
parece el mejor recipiente para acoger la libertad del individuo, la igualdad
de las personas y la solidaridad entre ellas.
A lo largo de su evolución, ese animal
social y racional que somos, ha inventado maravillas, entre ellas el lenguaje y
la democracia. Lenguaje y democracia van muy unidos, son increíbles tesoros que
hay que cuidar, porque como todo lo vivo están siempre amenazados.
La democracia tiene serios enemigos y los
peores son internos. Es el gobierno del pueblo frente al gobierno del tirano.
Pero el problema es que el pueblo también puede llegar a ser un tirano.
Siempre habrá grupos minoritarios, e
individuos disidentes en todos los grupos. La salud de una democracia, en mi
opinión, se mide por su reacción ante esta realidad. Ante el “disidente” hay
una solución rápida y eficaz: anularlo (herejes a la hoguera, o reaccionarios a
la cárcel o campos de reducación, al fin y al cabo, lo mismo). Solo con
escribirlo me estremezco de horror. Porque soy un ser libre, que se remueve
inquieta dentro de cualquier uniforme que se me pretenda imponer. Pienso que es
desde la riqueza de la variedad como se construye la sociedad. El disidente,
individuo o grupo minoritario, nunca debe verse como una amenaza a aplastar
sino como un elemento de contraste a tener en cuenta para rectificar si es
necesario. Por supuesto que las decisiones adoptadas por la mayoría deben
llevarse a cabo, y el individuo y las minorías deben aceptar el bien general,
pero este bien general no lo será si no tiene mecanismos que respeten y
consideren la postura y el bien de todas y cada una de las minorías, de todos y
cada uno de los individuos.
Las mayorías también se equivocan, sobre
todo cuando adoran a los tiranos.
Dad un repaso a la historia.
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