El poder y la corrupción van íntimamente ligados.
La corrupción no es únicamente enriquecimiento ilícito y
desproporcionado, es también cualquier abuso de poder y dominación sobre los
otros como efecto de la exaltación del propio ego tan fácil de producirse
cuando se tiene acceso al poder.
Para que en política no se produzca esta fusión de poder-
corrupción es necesario sustituir el concepto y la praxis de poder por el de
representatividad y servicio al Bien Común. De este modo la persona que ejerce
la política actúa como representante de la ciudadanía y para el beneficio
general. Esta nueva perspectiva regeneraría la clase política.
Internarse en el ejercicio de la política es como sumergirse
en el vientre de la bestia. Este ambiente corrosivo acaba corrompiendo y
asimilando a la mayoría o vomitando a quienes se resisten. Solo unas pocas personas
son capaces de mantener su integridad; esas personas son auténticos héroes
merecedoras de toda la gratitud y respeto de los ciudadanos. Afortunadamente
existen personas de esta altura humana en todos los partidos, no son exclusivas
de una ideología concreta, como no es exclusiva de un partido u otro la
corrupción. Estas personas son un referente y un sostén para el resto y extraen
de su propia rectitud la motivación y la fuerza para resistir, pero para que la
regeneración sea posible y se generalice es preciso la creación de mecanismos
potentes de autodefensa contra el efecto corrosivo del ejercicio del poder. La
creación de estos mecanismos debería ser el pilar de la nueva política.
Imagen: Daniel Vendrell Oduber
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