En medio del oscurantismo de la
Edad Media, hubiera sido impensable soñar que a su término el Renacimiento
iba a dar un giro radical a la concepción del mundo y del ser humano.
Y sin embargo fue posible, porque
la mente humana y su capacidad jamás dejará de sorprendernos. Y la historia,
esta sucesión de luces y sombras, nos hace mantener la esperanza.
En el Renacimiento el ser humano
aparece en toda su grandeza: “Homo homini sacra res” (el hombre es algo sagrado
para el hombre) como reza el lema de la Universidad Carlos III de Madrid. Este es el sentimiento que experimenté por las
calles de Madrid, en la plaza del Sol el 15 de mayo de 2011 y en las manifestaciones
que le sucedieron: la grandeza del ser humano, más allá de todas las ideologías
o credos. La democracia podía ser posible, la auténtica, la de todos los
hombres y mujeres del mundo, la de ese ser sagrado que son las personas.
Queda un largo camino, el cambio
debe ser radical, como el paso de una Edad Media a un Renacimiento, el paso de un sistema en el que las personas son recursos para el capital a un sistema donde la dignidad de todas las personas sea la meta a alcanzar. Qué lejos queda este objetivo, nos podemos decir observando las multitudes de refugiados huyendo e intentando saltar los muros y las vallas que se alzan a lo largo de las fronteras aquí y allá. Pero fue
posible. Y es posible.
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