Escucho un debate sobre mindfulness con Mónica Esgueva Y Javier García-Campayo.
Me interesa, pero al mismo tiempo me provoca ciertos reparos.
En primer lugar, por el cambio de nombre y la sustitución de la palabra "meditación" por el término inglés, con la intención de desvincularlo de cualquier connotación religiosa en su adaptación a la mentalidad occidental. Pienso en la importancia de las palabras, y que a veces una mala traducción es una traición a la esencia del concepto, un concepto y una práctica milenaria en Oriente, en la filosofía ligada al yoga y a religiones como el budismo y el hiduismo.
En segundo lugar, me preocupa el interés en subrayar sus beneficios a nivel de salud física y mental, y a nivel de mejora en el rendimiento en el trabajo; incluso se llega a establecer una comparación con el beneficio del gimnasio, cuando estos beneficios son bienes colaterales pero nunca deberían contemplarse como objetivos.
En mi opinión, este enfoque desvirtúa la esencia de la meditación, y difícilmente el que práctica la meditación desde esta perspectiva llegará a saborear lo que la meditación es.
La meditación es un encuentro en silencio y quietud con lo que realmente somos y con el Ser, en el fondo un encuentro con todo, y esto no es un medio sino el mismo fin. Imaginemos la relación sexual entre dos amantes: es un fin en sí, el encuentro profundo y total entre dos personas; cierto que tiene beneficios colaterales y que mejora la salud física y mental y repercute en nuestro estado de ánimo y mejora nuestro rendimiento, pero no son estos beneficios colaterales lo que se plantea al establecer la relación sino el encontrarse con el ser amado.
Pienso que hay que estar vigilantes para que el pragmatismo occidental no apague la espiritualidad oriental que es la esencia de la meditación.
Imagen: buenaforma.org
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