Lo escuché de nuevo sentada en el suelo en una asamblea de barrio. El discurso final del Gran Dictador de Charles Chaplín. Hoy cambio “soldados” por “políticos”, y también vale. Tendríamos que escribirlo en todos los muros, los que separan al pueblo de sus gobernantes, aquellos a los que el pueblo dio su confianza para que lo dirigiesen, para que se preocupasen por las cosas de la “polis”, la ciudad griega.
“… caerán los dictadores, y el poder que se le quitó al pueblo se le reintegrará al pueblo, y, así, mientras el Hombre exista, la libertad no perecerá…No os entreguéis a esos que en realidad os desprecian, os esclavizan, reglamentan vuestras vidas y os dicen qué tenéis que hacer, qué decir y qué sentir… No os entreguéis a estos individuos inhumanos, hombres máquina, con cerebros y corazones de máquina…no sois máquinas, sois Hombres. Lleváis el amor de la Humanidad en vuestros corazones, no el odio…No luchéis por la esclavitud, sino por la libertad. En el capítulo 17 de San Lucas se lee: "El Reino de Dios no está en un hombre, ni en un grupo de hombres, sino en todos los hombres..." Vosotros los hombres tenéis el poder. El poder de crear máquinas, el poder de crear felicidad, el poder de hacer esta vida libre y hermosa y convertirla en una maravillosa aventura…En nombre de la democracia, utilicemos ese poder actuando todos unidos. Luchemos por un mundo nuevo, digno y noble que garantice a los hombres un trabajo, a la juventud un futuro y a la vejez seguridad. Pero bajo la promesa de esas cosas, las fieras subieron al poder. Pero mintieron; nunca han cumplido sus promesas ni nunca las cumplirán. Los dictadores son libres sólo ellos, pero esclavizan al pueblo. Luchemos ahora para hacer realidad lo prometido. Todos a luchar para liberar al mundo. Para derribar barreras nacionales, para eliminar la ambición, el odio y la intolerancia”
No puedo resistirme a citar parte del discurso, y a invitaros a todos a releerlo, a aprenderlo de memoria, a gritarlo a los cuatro vientos.
¡Políticos! Levantaos de vuestros escaños, alzad la voz, por vuestro pueblo, por todos los pueblos. Rebelaos contra vuestros dueños, los que os envenenan con regalos y promesas de riquezas, poder y gloria. No vendáis vuestra dignidad humana por oropeles, escapad de Parlamentos asépticos y compartid con la gente su hambre, su miedo, su desesperación, su lucha. La vida, la única que merece este nombre.
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