Poco o mucho. ¿Pero que es poco o mucho? ¿Qué responderían las personas que consiguen la libertad, o la salud o la educación gracias a personas como los activistas de Amnistía Intrnacional o a las personas comprometidas con la Fundación Vicente Ferrer? Y a tantos otros…voluntarios, personas comprometidas en la sociedad…La existencia de personas así es el pilar sobre el que se sostiene la esperanza y el sentido de la vida. Lo demás, por grandioso que parezca, es humo. Hay muchas personas buenas, o mejor, no hay personas buenas, hay personas que se esfuerzan, que deciden cada día serlo. Que deciden qué clase de persona quieren ser, cada día, esa persona con la se siente en paz consigo misma, y que hace que merezca la pena vivir, cada día, porque nada es definitivo, hasta el final hay que luchar y esforzarse.
Con frecuencia escuchamos palabras de desaliento ante el panorama político, económico, social. Ante realidades como el paro, el cambio climático, o ante la situación de pobreza extrema de dos tercios de la humanidad, o la corrupción política, la ruina de países enteros, o el maltrato de mujeres o niños, muchos dicen “nada se puede hacer, no podemos cambiar nada”. Pienso que el mundo no deja de cambiar ni un solo instante y que cada uno de nosotros somos responsables de la dirección que tome este cambio, dependiendo del punto en el que apoyemos la fuerza de nuestra existencia, sin pereza ni excusas. Y esto no se hace en un día, hay que recomenzar, y seguir día a día, toda la vida, a pesar de todo.
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En mi ensayo señalo que la religión puede ser fundamento de la opción positiva. Y esto provoca un sobresalto en muchas personas que consideran la religión como su gran enemiga. Esas mismas personas se apresuran a aclarar que sí creen en ese Dios, el de Vicente Ferrer, cuando oyen hablar de su obra. Pues bien, pretendo explicar que Dios no puede ser otro que el que habita en la compasión, en la empatía de los seres humanos.
Entiendo perfectamente el rechazo que la religión provoca, porque la religión a lo largo de la historia ha sido secuestrada para ser convertida en un instrumento de dominación y guerra. Hechiceros, sacerdotes, dictadores se han valido de ella para someter a los hombres. Han proclamado que el único dios era su dios, un dios suyo en exclusiva que ondeaba en sus banderas contra todos sus enemigos. Pienso que esto es uno de los mayores crímenes que el ser humano pueda cometer. Pero la auténtica religión, la auténtica espiritualidad, es la que mueve a todos los hombres de buena voluntad, creyentes de todas las religiones, o agnósticos, o ateos. Y esa religión, o espiritualidad no es una enemiga, sino la mejor aliada para la felicidad de los seres humanos. Otro mundo es posible. El hombre ha desarrollado capacidades increíbles, la técnica y la ciencia nos ofrecen medios impensables. Ciencia y técnica son las manos, pero es preciso un conciencia regenerada que las mueva, una espiritualidad universal.
No es la religión sino el fanatismo lo que hay que combatir. El fanatismos de los creyentes que se consideran únicos poseedores de la verdad y la bondad y condenan a los que no comparten sus creencias e intentan imponerlas, y el fanatismo de los no creyentes que desprecian y combaten las creencias de los demás.
Horrorizan los crímenes cometidos en nombre de Dios a lo largo de la Historia, lo mismo que horrorizan los crímenes cometidos para arrancar la creencia en Dios. Horroriza la inquisición, las cruzadas, las guerras entre católicos y protestantes, o en el mundo del Islam entre sunies y shiies, por citar algunos; pero también las persecuciones de creyentes en todo el mundo a lo largo de la historia, la quema de iglesias o la destrucción de los Budas gigantes en Afganistán, o la persecución de los monjes budistas en el Tibet…
Debemos abrir nuestras mentes, sin prejuicios contra las distintas creencias, pero también sin la soberbia del que se cree en posesión exclusiva de la verdad y combate a quienes tienen creencias diferentes de las suyas.
El equilibrio de nuestro mundo actual es muy delicado. La religión puede jugar un papel muy importante, para bien o para mal. Si se radicalizan las distintas creencias y dan paso a integrismos radicales podrán ser un desencadenante de odios y luchas. Pero si se profundiza en dichas creencias, buscando lo que nos une, el sentimiento de gratitud ante una vida que se nos da y un sentimiento de empatía hacia todos los seres y hacia el origen bondadoso de la vida, entonces la religión podrá ser un motor para un cambio positivo, para la construcción de un mundo mejor. Porque la religión no debe ser la enemiga del hombre, sino su aliada. Se ha manipulado para que lo sea (cuando se daban razones cristianas para considerar inferiores a los negros esclavizados en América, o a los indios; o en el hinduismo las castas. Y en la mayoría de las religiones, se daban argumentos para defender la inferioridad de la mujer y su sometimiento al varón) Opino que todo lo que atenta a la dignidad y a los derechos del ser humano es una burda manipulación de las creencias para someter al otro. La auténtica religión es la que libera al ser humano. El siglo XXI debe ser el final de las luchas religiosas, de intentar convertir a los que tienen creencias diferentes, y también el fin de las persecuciones religiosas. Es el momento de regenerar las creencias, de liberarlas de todas sus adherencias, de caminar todos unidos, en libertad y respeto, y no pasar sobre la tierra indiferentes al sufrimiento de los demás, sino comprometidos por aliviarlo, creyentes o no, pero todos creyentes en la Bondad que puede movernos.
Buscamos la felicidad, el conocimiento, y en nuestra búsqueda inventamos mitos, ritos, explicaciones. Dios es todo eso, y mucho más, y en ese más tenemos que encontrarnos todos.
A la salida del metro, en Gregorio Marañón, agredieron a un hombre, que quedó tumbado en la acera. Pasó un conocido pensador, famoso escritor, pero le dio miedo y se alejó. También pasó un sacerdote, lo vio de refilón, pero no se paró, tendría prisa. Y del metro salió también un muchacho, con pinta de perroflauta, y tuvo lástima de aquel hombre. Se lo llevó al hospital, a urgencias, estuvo toda la mañana hasta que por fin lo curaron, y le dio para el metro, para que pudiera volver a su casa.
Más o menos, así es la historia, no me la he inventado, la he traducido a nuestra época. La contó Jesús de Nazaret, la parábola del Buen Samaritano, y nos dijo que fue este último el que fue justificado. La espiritualidad que nos anunció puede ser un potente motor en la lucha por un mundo mejor, el motor que nos haga elegir, por incomprensible que nos resulte el sufrimiento y el dolor que nos rodea, elegir no estar nunca del lado de los verdugos ni de los indiferentes, sino al lado de los que sufren, de los que luchan por su dignidad. No pasar nunca de largo. Comprometernos por un mundo más justo, más fraternal, sin fronteras, lo más opuesto al sectarismo, al integrismo. Ese es el mensaje que se descubre en el Evangelio, por eso escandalizó en su época. Por eso muchos intentan disfrazarlo, secuestrarlo.
Quisiera señalar que esta nueva edición de LA OPCIÓN POSITIVA deseo brindarla a la infinidad de personas que luchan y entregan sus vidas a la construcción de un mundo mejor, como son, entre otras muchas conocidas o anónimas, los activistas de Amnistía Internacional o los que continúan el sueño de Vicente Ferrer. Porque la grandeza del ser humano está en su pensamiento y en sus sentimientos, pero son las acciones las que autentifican ese valor. Como dice un proverbio chino “Las palabras son las burbujas del agua, pero las acciones son las gotas de oro”