Hay otro lenguaje que no es el de las palabras, y otro conocimiento que no es el de la inteligencia Es más sutil, difícil de traducir a los anteriores. Es más profundo, más rico. Es el leguaje de la música, y el del viento que recorre los músculos del rostro y la luz que centellea en los ojos cuando la música entra en tu cuerpo y se instala entre las mariposas de tus neuronas.
Hay un instante en el que esté lenguaje me conmovió de un modo especial. Fue en la oscuridad de una sala de cine, en una de las escenas que más me han impactado. Se trata de la escena de la última cena de la película “De dioses y de hombres”. Insisto en la dificultad de traducir ese lenguaje a conceptos y palabras, y en que ningún intento igualará su belleza y su grandeza, pero no puedo dejar de buscar las palabras aún sabiendo que no podrán abarcarlo. Aceptación, serenidad, confianza en los hilos que mueven tu destino en la noche. Fraternidad, compromiso, coraje y valentía para no huir, para compartir la vida con los otros. Para dar la vida, para vivir.
Y después, la música de “El lago de los cisnes” de Thaichosky, transfigurando los sentimientos y los rostros de los hombres.
imagen:sotodelamarina.blogspot.com
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